Mis días en un hospital 7


Decía que después de que el galeno de turno me aplicó la consabida inyección para que me relajara, el sopor que produjo hizo que durmiera hasta el otro día. Nunca había estado en un hospital antes . Ahora lo estaba. Las voces se habían ido, y no podía concentrarme porque en mi florecían los recuerdos de mi angustia por las calles. Y esa noche cuando quise salirme de aquella cama, una enfermera hizo que me sentara en una silla de ruedas porque según el médico responsable tenía algunas vertebras apachurradas y fracturadas.  No puse cuidado a esa orden, pero como quería salir y andar, al hacerlo el dolor no me dejó. Anduve un buen trecho en uno de esos pasillos solitarios y fríos, mientras las voces regresaron y fue cuando tuve la visión de aquella pesadilla que digo. Estaba despierto. Mis deseos eran abandonar aquel infierno, pero quedé por prescripción  médica en una una de las habitaciones adonde fueron llegando más y más pacientes, mientras sentía pánico con cualquiera que  me hablara. Era un temor terrible. Un paciente que llegó durante una de esas noches murió en otra cama cerca de la mía. Otro, en otra estaba vigilado por un policía mientras yo creía que no era por él, sino por mí. Qué me perseguía. Era un recluso que habían llevado a que fuera atendido por estos médicos que hacían lo imposible por atender a todos los que fueron llegando durante varios días en una de esas habitaciones donde Ud. tiene que convivir ellos, pero que dentro de mí creía que me perseguían. Así pasaron varios días hasta que en aquel encierro podía ver cómo llegaban y salían pacientes sin que yo tuviera una visita. Pude en alguna ocasión llamar a un familiar para que supieran de mí, pues creía que de allí me irían a sacar subrepticiamente a otro lugar para matarme. En esas visitas por las mañanas de los médicos y las enfermeras revisando a sus pacientes, yo ya estaba diagnosticado. Tenían que operarme de la columna vertebral y esperaban conseguir la sangre para poder hacerlo. Sin embargo aquellos médicos parecían que me conocieran desde hacía muchos años porque enseguida comenzaron a preguntar por mis negocios. Ni yo entendía. Cuáles negocios. Si estaba sobreviviendo a una pesadilla en la que los ladrones habían sacado sus mayores tajadas, mientras yo ya loco iba para el cementerio.

Una de esas mañanas supe que ese día ya no tendría que ser llevado como lo hacían todos los días a que me bañara algún enfermero o enfermera. Aparecieron unos médicos con sus ayudantes porque estaba programado con otros para mi operación. Mi cerebro daba vueltas, y no sabía si estaba en este mundo. No pensaba en nada ni nadie, pues el dolor ya me había sumido entre ese sopor de no saber qué va a pasar de su vida. Una mascarilla que fue colocada por una anestesista sobre mi rostro y en mi nariz no me dio tiempo de por lo menos saber de qué se trataba. Estaba a disposición de ellos y de lo que quisieran hacer conmigo. Ya otros lo habían hecho en las calles. Los ladronzuelos habían salido a ver qué se conseguían conmigo; mientras en el “Lago Timiza” los contratos que tenía con El Distrito de Bogotá habían quedado suspendidos. De una cuenta que tenía en el banco  Colpatria nunca más volvería a saber de ella. Me la habían cambiado, y es muy probable que alguien se hubiera quedado con algún dinero, pero el hecho es que la habían trastrocado por otra que había sido robada. Aunque nunca volví a saber de ella,  y por el sometimiento nuevamente al regresar a la realidad después de aquella operación tormentosa,   los acosos y los ultrajes en las calles por cuenta de losque continuaron saliéndome hasta el día hoy impedirían que pusiera una denuncia o que averiguara sobre lo que había pasado, ya que que vivir otras pesadillas más escabrosas y más fútiles  hasta comenzar a entender que todo había sido un complot que venía desde niño y en el que estaban participando familiares y policías, como si se estuvieran disputando una herencia. Lo de "La casa embrujada no era más que un legado pingue porque ni siquiera el autor lo había pensado así, pero aquellos canallas de vecinos, salieron a relucir su verdadero cobre: No eran más que unos bandidos que ante los demás eran unas mansas palomas que aunque no mataban a un mosco, sí se estaban disputando la posesión de la casa en medio de esas extrañas labores de asociación entre ellos en una consabida manguala  de informantes y ladrones para conseguir algo en su provecho. Habían  puesto toda una caterva de vecinos y familiares del hijo adoptado como si lo hubiera tenido para amedrentar. Y lo hicieron de maneras, e incluso casi salgo muerto; sin contar con los daños físicos y sicológicos a que fui sometido. Aunque su perseguidora había comenzado desde muy joven cuando tan solo tenía 23 años muchos años antes. Sabían usar la labia y sus argucias como verdaderos maestros en el arte de enloquecer; y de usar el rumor y hacer que los ladronzuelos,  las putas, los maricas y…Demostrarían que como verdaderos canallas cumplían con su deber. Mataban a punta de sustos y de amenazas. Y que los mismos que en apariencia son de familia también lo hicieron, que son el resultado de una sociedad demasiado enferma, porque no respeta hijos ni vecinos ya que todos trataron de labrarme el mismo cementerio.

La sociedad de los hambrientos de dinero.

Tal vez por eso “El Embrujado” les sigue gritando a sus fantasmas perseguidores y manipuladores, y sinvergüenzas de esta sociedad putrefacta:

-¡Devuelvan a mi hija, secuestradores!

Porque en cierta medida lo son. Mediante amenazas sibilinas se creen los dueños de las calles.

Y así…mientras me aplicaban el suero me colocaron un pequeños transmisor redondo, que no llegaba al tamaño de una moneda, como para que cuando despertara siguiera  oyendo voces que no eran más  de los que estaban en la cocina de aquel hospital.

Una mentalidad muy siniestra que no quería dejarme salir vivo ni cuerdo, a pesar de la columna vertebral fracturada.

Y a pesar de eso, todavía siguen con sus mismas siniestradas sicológicas.

Villanos, les digo yo. “El Embrujado“, seguramente los sermoneara peor.

-¡Ladronzuelos! Les dirá.

Entradas populares de este blog

Asesinatos perfectos

Asesinatos perfectos

Convidando a papá (5a parte)