Amores malditos 3


Escrito por: jesusantog el 08 Jun 2008 - URL Permanente Publicado en El País.com
Publicado en esa época en El País.es

En el año de 1.968 cuando el Dr. Lleras Restrepo llega a la presidencia por primera vez, la univ. Nacional pierde su autonomía pues la fuerza pública interviene y entra a lo que antes se consideraba un fuero intocable. El autor estaba muy joven. Hay que decir que no soy narcisista, sino que de alguna manera hay que contar lo que vivió una persona que por cuenta de un extraño enredo de familia, terminó por convertirse en una extraña conspiración que ha durado durante todos estos años, hasta el punto de considerarse un conejillo de indias en el país del Sagrado Corazón de Jesús. Y esto lo digo, porque lo he vivido de manera permanente, como si hubiera tenido un enemigo escondido. En aquel año, los estudiantes en este claustro luchaban contra los Cuerpos de Paz de la Alianza para el Progeso inspirada por Kenenedy, y que a todos nos convencía con su lema: "No pregunte lo que la patria puede hacer por Ud. Pregunte qué puede hacer por su patria". Algo parecido. Temo equivocarme. Sin embargo aquellos profesores a mi me parecieron de los mejores, sobre todo en las matemáticas. Pero qué podía hacer un alumno autista, que venía de un colegio Franciscano, formado en otras entelequias, cuando ve semejante revuelta estudiantil contra una fuerza pública que por primera vez interviene en los predios de la universidad y vive toda una batalla campal sin entender el porqué, y se salva de puro milagro en medio de los gases lacrimógenos y de las piedras que arrojaban los estudiantes, y que para muchos parecía más bien una venganza personal por haber sido éstos los que irrespetaron
al presidente por arrojarle huevos cuando era candidato presidencial. Una perdida de autonomía de la universidad pública Sin embargo ya le habían pasado cosas. Un familiar le quiere enseñar a montar en caballo y le dice lo que hay qué hacer. Cómo orientar para que escoja el camino que siga. Cómo hacerlo trotar. Cómo utilizar el freno para que este no se desborde por carretera. Estaba muy niño. Los siete, tal vez. Y sin embargo yo le da un fuetazo y empieza a correr y a correr en medio de la pradera, y  asustado trata de hacer lo que el familiar le enseñó , pero no. El caballo no para. Está despotricado. Es como si estuviera volando a punto de sucumbir contra el piso pedroso y enyerbado, o en medio de sus patas que se mueven a la velocidad del látigo. No sé si se vieron "Lo que el Viento se Llevó" con la actuación de Clark Gable, cuando pierde a su hija al desbocarse su caballo y tiene aquel accidente mortal. Claro. Yo no soy ni mucho una persona importante, pero el hecho es que vivo esa situación, y con lo años la duda queda dentro de su corazón. Es más, todavía no estaba paranoico. Después de esa vicisitud de la refriega estudiantil que no entendía regresó a Ibagué y resultó  estudiando en un colegio que como todos honra a su historia. Allí se habla sobre la libertad estudiantil y se recuerda el mayo del 68 y el de Daniel El Rojo. Vivimos en pleno centro de la ciudad en el primer piso de un edificio en la calle 17 con tercera, y que la entrada es un amplio garaje que además tiene varios apartamentos adonde conviviven varias familias. No sé cómo llegamos allí. Pertenecía a un comerciante de apellido Alvis, que tenía una cacharrería en la tercera, y que curiosamente era amigo de mi papá. Esto lo supe muchos años más tarde. Todas estas familias tenían algo en común: Eran simpatizantes de un partido político de izquierda, y además eran trabajadoras de los que decimos que en su tiempo fueron los primeros que revolucionaron el mundo. Eran artesanos joyeros. Tal vez allí tuvo otra experiencia con la muerte. Una infección a la que hubo que tratarse con penicilina. Allí vivía un funcionario de dicho partido. Su señora era enfermera. Además no era alérgico a la penicilina. El medico formula el tal antibiótico. Esta le aplica la inyección intravenosa. En la calle, unos cuantos minutos después, siente que la parte izquierda del cuerpo se está durmiendo. Se siente mal. Recurro al auxilio de su mamá que trabaja en la gobernación del Tolima. El que maneja la caja departamental de la droguería de servicios departamentales consulta con un médico. No han pasado más de 15 o 20 minutos y en uno de los baños le aplican una inyección. De pie. Un mal recuerdo le queda todavía. Aquella inyección debía de haber estado pasada. Una muerte accidental hubiera podido pasar. Curioso, verdad. Hasta ahora no entendía que era ser de izquierda o de derecha. ¿Acaso ésto es política? No sabría explicarlo.
 
Y claro que cuando uno está joven, casi un niño, uno no entiende de esas cosas pecuniarias. Pero es casi seguro que desde aquel mandato de Turbay Ayala, o incluso desde antes, tras bambalinas, uno supone que se gestaron muchas cosas.
 
Así lo dejó entrever un farmaceuta que fue cliente toda su vida de su papá. Y es entonces que uno supone que tras el nacimiento de una persona, las marcas existen en estos países adonde la corrupción reina, y uno sabe que sus familiares  en sus años mozos fueron los contrabandistas que necesitaban de  la ley para poder traer sus mercancías de otros países.
 
Así de sencillo. 


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