Asesinatos perfectos
Publicado en esa época en El País.es
Con el vil asesinato de Gaitán la
ilusión de millones de colombianos moriría. Y con éste muchos sucumbirían ante
esos imaginarios diabólicos que terminaron por convertir un país en un inmenso
río de sangre con víctimas inocentes. Un país que desde su emancipación ha
vivido en medio de guerras internas en un conflicto que nunca cesa. A pesar la
inteligencia de los nuestros que supera con creces las fatalidades, pues siempre
se ha sostenido y permitido su desarrollo económico en medio de semejante
tragedia. Si Rafael Núñez con su regeneración permitiría que desde el Carnero
en Cartagena se continuara gobernando durante muchos años, La Guerra de los Mil Días nos recordarían las fratricidas entre el general Mosquera y
Obando. Olaya Herrera nos presagiaría que vendrían los cambios con López
Pumarejo y sin embargo la muerte de Gaitán sería el final de un sueño para un
país, y el comienzo de otro. El país de las ciudades. Una sociedad tratando de
acomodarse a los nuevos vientos sociales del mundo en medio de la guerra fría
entre el Capitalismo y el Socialismo. Y todavía nos preguntamos quién mató
realmente a Gaitán. Roa fue su asesino material. Gaitán según nos cuentan los
historiadores, por ser salido del pueblo de esas huestes
populares que nos recuerdan a los Carbonarios en el 20 de julio de 1.810 sería
el caudillo que habiendo vivido y estudiado en Italia el sueño de Mussolini,
que querría un cambio muy diferente a la que preconizaban liberales y
conservadores. No sabemos si realmente él hubiera cumplido con la promesa
liberadora. Ni siquiera uno puede intuir que sería mejor de lo que preconizaban
las ideas de los liberales o las de los conservadores. Con su muerte se
desataría la continuación de esa vendimia de desolación, y con ella millones de
compatriotas sufriríamos, mientras otros se verían beneficiados de ese
conflicto interminable. Hasta ahora nadie nos ha dicho quiénes serían los
autores intelectuales de ese execrable crimen. Y sin embargo presumimos que
algunos serían los beneficiados. El que escribe estas lineas solo hace
suposiciones basado en circunstancias que ha vivido, y que de alguna
manera pueden tener algún asidero en la realidad. Desde que tengo uso de razón
mi vida ha peligrado innumerables veces como si se tratara de un enemigo
desconocido que aunque su ropaje ha sido de amigos, de agentes estatales, y de
toda una corte de personajes de un vecindario al cual pareciera que uno les
debiera algo, le permiten saber que en medio de esa violencia que se dio en
1.948 en las calles de Bogotá, y en todo nuestro territorio
que creó leyendas como las de Guadalupe y las de la guerrillas liberales que
terminaron por convertirse en comunistas, otras series de iniquidades se
cometieron. Niños que terminaron en las manos de las que no eran sus padres con otros apellidos. Algo parecido a las que nos cuentan sobre las dictaduras
del cono sur. Estando muy joven, un primo después de haber perdido el último
año de bachillerato en San Simón, me llevaría a trabajar en una cacharrería con
mi papá, muy a pesar que éste no quería. Al poco tiempo, en medio de trampas y
otras situaciones que viví, saldría de allí de regreso a Ibagué. Regresaría
unos pocos años más tarde en medio de otras vicisitudes que he venido contando
en mis blogs. El hecho es que tanto en ese local como en otros sus dueños según
decían se habían ido en la época de la muerte de Gaitán para los Estados
Unidos. Muchas cosas me sucederían en lo personal. Esos extraños trabajos de
inteligencia que muchos ladinos tienen por costumbre hacer. Estando en la
universidad Libre conocería a Memo cuya madre trabajó durante
muchos años en una notaría adonde yo iría a hacer algunos contratos, y su padre un
detective rural de un organismo de seguridad al que últimamente se menciona
mucho. Por medio de éste conocería a un tal Piedrahita, ex-miembro de este
mismo organismo, quien me drogaría muy sutilmente y de manera canallesca, aunque
Memín también lo haría, ya que en ese arte como las Celestinas son
especialistas. A unos Arias, uno de los cuales se prestaría para que muchos
años más tarde diciéndome que su mujer que trabajaba en la editorial del
magisterio, podría ayudar a publicar un libro que escribí en Venezuela con
el título de Crónicas policíacas, en fin, al final de este cuento uno de ellos
me comentaría en unos billares de la misma calle once que su dueño
emigró en la misma época para los Estados Unidos, y de donde nunca antes se
volvió a saber de él, por lo que su administrador terminó por quedarse con el
negocio. Lo mismo me contarían de otros centros comerciales del centro. Claro
que cuando a Ud. le salen desde diferentes lados personajes con historias
parecidas, y en una casa uno pareciera ser su enemigo predilecto, se imagina
muchas cosas más. Cuando uno de joven ha cursado varios años de derecho y ha
vivido una pesadilla por cuenta de otros, termina entendiendo que estos
personajes que lo rodean trabajan a cuenta de otros. Pero claro que para
continuar y no seguir divagando con lo personal hay que hablar de algo de
política, no porque el autor sea ésto, sino porque mediante ese cuentico a
muchos los engrupen y le hacen olvidar que todo gira alrededor del vil
billetico que nos hablara Marx en el Capital. Y eso que Engels no solo lo ayudó
económicamente sino que le dio el apellido a un hijo de éste.
Comentarios
Publicar un comentario