El arte de enloquecer 17

Escrito por: jesusantog el 19 Mar 2011 - URL Permanente en El País.com

Publicado en esa época en El País.es

Existen maneras sutiles para enloquecer a una persona. Y desgraciadamente ante los demás aparece como un retardado mental, un maleante, o cualquier otra cosa que se le parezca. Su conducta que en un momento puede ser antisocial, donde la cordura y la baja autoestima lo llevan y propician la aparición de esos estados mentales en el que el común de las personas simplemente se consuelan con decir cuando se murió suicidó, o lo mataron:
-Estaba loco.

Si.Por eso. Estaba embrujado. Hay maneras muy perversas en las que los autores intelectuales actúan a sabiendas de lo que hacen. Hay otros que también quieren participar en el festín porque nuestra sociedad permite que estos personajes existan. "Cría cuervos, y te sacarán los ojos". Nosotros mismos nos hemos encargado que existan. Estamos viviendo en un país donde el conflicto y la miseria han generado todo este cúmulo de personajes. Y lo peor que los hemos incubado. Por esa razón hemos creado un estigma en el mundo de nuestros nacionales en otros países. Nos juzgan sin conocernos, y todos parecemos en sus imaginarios como los villanos con el cuento de la droga y las organizaciones al margen de la ley, tanto que con el tiempo pudiéramos superar a las de los italianos en su momento con la Cosa Nostra, y toda esa migración siciliana que nos muestran las ficciones de las películas, como si por cuenta de éstas los bajos mundos de las ciudades norteamericanas y europeas hubieran sido dominadas por estos estereotipos. Y no hay que olvidar que en Italia surgieron como respuesta a los conflictos sociales que ellos vivieron, pero que con el tiempo terminaron en organizaciones delincuenciales por el manejo del alcohol y la droga cuando emigraron hacia los Estados Unidos en su momento.


Y bajo ese mundo los trabajos de estos personajes en donde la ley que prima es la de ellos, tienen el poder de corromper y destruir todo lo que les apetezca, y se enseñorean como tales. "Dime cuánto tienes en el bolsillo, y te diré quién eres". Es una plaga en donde a pesar que se supone que lo que dicen las leyes en nuestra constitución apenas son una ley muerta porque en la vida real, estos personajes con esas mentalidades son los que mandan, y nos hacen sentir, como en el caso mío, en una persona que si está viva y cuerda es de milagro. Y muy desprotegido porque tienen la manera de decírselo en tonos muy sutiles:
-Te vamos a matar.

Hasta por internet lo hacen impunemente.A pesar que somos un país con un Estado supuestamente moderno, con unas leyes que quisieron superar a las creadas por Nuñez y sus seguidores, con una constitución que si bien resultó moderna y dió participación al ciudadano común para que mediante la Tutela pudiera ejercer el derecho que podría estar amenazado o en desmedro de cualquier actuación particular o gubernamental; sin embargo hemos tenido que vivir cosas atroces.

En ese medio sucede lo que el autor ha venido contando, y mediante la cual ha sido llevado a los más hondos caminos de la locura, por cuenta de unos personajes que conocen muy bien las maneras para desestabilizar a una persona y matarla. Tienen el poder de manipular esa realidad, para de manera dantesca ejercer su presión material y sológica. Tienen sus sofisticaciones tecnólogicas y sicológicas en la que los delincuentes que utilizan muchas veces lo hacen bajo presiones, o porque conociéndolos tan bien y pintándoles pajaritos de oro los lleven a cometer sus delitos contra las personas inermes, en un país adonde cualquiera puede reclamar sus derechos ante la ley; pero éstos que la conocen saben que de manera subrepticia lo pueden llevar mediante la coacción a la misma muerte. Incluso hecho por sus mismos familiares.

Así, Ud puede enterarse que fulano en un hospital se lanzó desde un piso elevado de un hospital al vacío, que se abalanzó a un carro, que cuando estaba con unos amigos festejando decidió regalarles a los contertulios sus objetos personales, y porque estaba muy deprimido se suicidó ahorcándose o pegándose un tiro.

Yo lo viví. Y lo más terrible es que sus asesinos le muestran la cara permanentemente, y se dan el lujo de amenazarlo en su propias narices, pero como sabe que en este caso hay un Estado sordo e inhumano porque a muchos de ellos ni siquiera les importa lo que pasa adonde realmente deberían de estar interesados, se hacen los de la vista gorda, o son ellos mismos que los mandan porque alguien les pagó, o porque sus intereses particulares así lo ameritan. Y lo hacen en grupo.

Andando por las calles que me ha tocado vivir laborando casi como pordiosero, y a sabiendas que me dañaron muchos trabajos fuera de tener unas varillas en la columna vertebral, y viviendo mediante amenazas por supuestos vecinos, uno entiende que este país está enfermo. No en vano salieron muchos de esos personajes de mal agüero a conseguirse todo lo que quisieron en la creencia que tenían el cielo con sus manos. Después de los años, ahora cuando el autor logra ir atando cabos, se encuentra con que existen otros que son capaces de matar y de robar muy al estilo de los delincuentes de cuello blanco.

Ni Ud. ha oído voces ni ha sentido pánico ni siquiera un gamín lo ha ultrajado, y ni siquiera a sentido los pasos de los delincuentes que le gritan en las calles ni mediante ondas hertzianas lo han insultado ya que cuenta con unas varillas en la columna vertebral, es más, ni siquiera ha estado en un hospital adonde hasta los médicos y las enfermeras lo quisieron enloquecer, porque no ha sido vejado mediante esa inmundicia del rumor en las calles por aquellos que supuestamente están en la obligación de defenderlo y protegerlo, y ni siquiera ha contado con familiares supuestamente detectivescos que han propiciado durante muchos años una eterna pesadilla en el que el autor si pudiera probarlo, o si tuviera la argucia y el dinero como para demostrar que desde niño ha sido zaherido como si fuera el peor de los humanos, tal vez no seguiría escribiendo sobre estos personajes que se roban la casa de un vecino, o...

No sé. Habrá que contar otras historias para que me crean.

¿Verdad que no ando muy cuerdo, que digamos?

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