El arte de enloquecer 18



Escrito por: jesusantog el 19 Mar 2011 - URL Permanente en El País.com

Publicado en esa época en El País.es

Creo que Ud. no ha vivido lo que he vivido. Busco al amigo que se convirtió en el asesor legal para que un yerno de mi papá desocupara un local que tuvo en San Victorino, y  porque se consideraba con el derecho a no pagar nada, cuando voy a su oficina no lo encuentro. Una historia que sucedió hace casi veinte años. No lo consigo. Sin embargo, años después de regresar de Venezuela me encuentro con lo que sucedió. Hizo que se saliera de aquel local por un lanzamiento que este le hizo. Creía que era dueño del inmueble por el solo hecho de la relación de familia. A mi éso ni me preocupa ni me atañe. Solamente me interesa el hecho que todos sus hijos y familiares estaban interesados en que yo fuera llevado a los profundos abismos de la desesperación y el menosprecio por cuenta de una sociedad pusilánime, a la que solo le interesaba el dinero. Todo lo hace la cara de Bolivar, al caricellazo. Como jugando a la moneda  donde Ud. juega y su otro apostador, le dice:
-Con cara gano yo, y con sello pierde Ud.

El amigo en quien creí, por el solo hecho del dinero solo se prestó para una habil estratagema en la que me ofreció un trabajo sobre el arreglo de su casa en Santa Librada, y aunque lo busqué para hacerlo nunca lo encontré. Cuando fui a su oficina en la calle 17 con séptima en un edificio de Seguros(?) en Bogotá, y como yo estaba ya ido de la cabeza, solo escuchaba unas voces que me amenazaban.
Unos días después que lo logré conseguir, me dijo:
-Como no vino, le dí el trabajo a fulano.

Mentiras. Memín, ahora lo supe, ni sus hermanas ni sus amigos ni siquiera los ajedrecistas ladronzuelos, y todo aquel barrio del Centenario y del Quiroga, ni todos esos policías y rebuscadores de medio tiempo. Ni los sapos ni los que me intentaron matar, e hicieron de mi vida un infierno. Como los ladrones son de los mejores. Claro que si el eco les llega, como me lo dijo Wilson. en su momento cuando me esperaba en la puerta de su casa, mientras un amigo de este en Fontibón me arrojaban aquel perrito aporreado de un vecino:
-Calumniador.

Así son estos personajes. Además de truculentos, son ladinos. Se venden por un plato de lentejas. Eso me pasó. Casi me matan en este país adonde frecuentan desde siempre estos personajes que se consideran de ley, que tienen la ventaja de conocerlo a uno tan bien, que saben que si le mandan a un pordiosero a matarlo, lo hace impunemente. En un país que hace unos años, unos cuantos, le hablaban de política, del futuro de un país que buscaba reencontrarse a sí mismo, para que supuestamente los que no teníamos nada, pudiéramos concebir que nuestros universos serían mejores, comenzando por la consecución de los bienes materiales que necesitábamos para subsistir. Aquellos personajes no han sido más que unos vividores, y para desgracia, los otros que aparecieron no son más que unos delincuentes buscando en ríos revueltos todo lo que se puedan robar. Unos maleantes que disimuladamente nos engañan con sus cuentos. Y lo peor. Unos amigos que durante toda una vida, simularon ser de los mejores, como si estuvieran verdaderamente interesados en el porvenir de una sociedad que se merecía lo mejor, ahora uno se encuentra con que muy taimadamente estos personajes no eran más que unos villanos que se adentran en las vidas de los que les interesan, y con el tiempo se apropian de casas, de bienes que no les pertenecen, y aunque pretenden quitarle a uno la vida por el solo hecho de estar respirando el mismo aire de ellos, se enfurruscan de manera malévola porque no han conseguido sus propósitos, tal y como originalmente lo querían. Les duele que uno esté vivo. Se encargan de manera sutil de amenazar. En este país con una mentalidad tan delirante, los ladrones son de los mejores, y uno es el malnacido del paseo. Nos ofenden. Nos menosprecian. Y así, en esa solidaridad tan malsana, tan errática y nauseabunda, uno puede terminar de cualquier manera.
 
Y claro que no ha sido una sola vez la intentona de sacarlo a uno de la realidad de manera física o sicológica. Como en lo que comenté acerca de un escritor que conocí de joven por cuenta de unos amigos que se decían de los mejores, porque querían un mejor mundo para nuestro universo plagado de violencias, y con unas desigualdades sociales que nos han llevado a esta situación tan amarga: "Las muertes de Tirofijo". De un tolimense que a muchos de nosotros nos engolosinó, pero que a la vuelta de los años, al querer pertenecer a su tertulia literaria en la universidad adonde trabajaba, con una sola charla bastó para entender que estos personajes tenían algún cuento conmigo. Y yo que me creí en uno de los mejores, terminé por cuenta aturdido, porque en realidad lo que trató fue la de desestabilizarme, cosa que no entendí en su momento, y que ahora todavía no entiendo. En fin, perseguido por los bien aventurados hombres de ley, a los cuales uno cree que lo protegen, terminé en la concepción de aquellos luchadores de la libertad, en una especie forajido, mientras entre risas y risas, fueron saliendo durante muchos años los inescrupulosos y acuciosos personajes a quienes lo único que les importa es el Dios del dinero. Que no nos hablen de política. Que solamente nos digan cuál es el enredo. Y claro, que si esto lo hacen personajes que se merecen algún respeto por su posición ideológica, qué puede uno esperar con un desprevenido vivaracho que habla de política, que nos obnubila con sus cuentos porque siempre han sido de los mejores, y cuándo uno menos piensa, ya está casi en el cementerio. Son los nuevos bribones que ha parido este país adonde el dios del dinero y los buenos negocios, nos hacen confundir con los melodramáticos que uno ha visto en el cine. Con don Corleone en "El Padrino", o con "Al Capone" en los Estados Unidos. Aunque sean diferencias abismales, uno se encuentra en un país corrupto, a donde ha tenido sus propios perseguidores particulares, donde la mentalidad de lo detectivesco es lo que ha primado. Son las marcas de un país con mucha corrupción. No somos santos, pero tampoco forajidos.

Apuesto que a Ud. cuando mediante promesa de compraventa, recibe no solo las arras de negocio, sino que por cuenta de la entidad prestamista, ya casi lo recibe todo; se siente aturdido porque no se la quieren entregar. Apuesto que a A Ud. no le venden una casa, en donde el propietario y todos los vecinos parecieran que no solo quisieran recibir los emolumentos por el valor de la propiedad, sino que también quieren quedarse con ella.
- ¿En qué país vivimos?
 
Cuando se da cuenta son todo un conglomerado de mercaderes y comerciantes de bienes ajenos. Son vividores.
Este es un mundo al revés. 
- ¿No me cree?
 
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