El arte de enloquecer 19
Escrito por: jesusantog el 20 Mar 2011 - URL Permanente en El País.com
Publicado en esa época en El País.es
Cualquiera que haya leído mis blogs, sobre todo estos últimos, dirá que el que escribe cuenta unas historias imposibles de suceder en la realidad. Cuando terminé ido de la cabeza, y durante casi dos meses en el hospital de la Hortúa de Bogotá, al poco tiempo de regresar de
Venezuela, y de estar convencido que me perseguía medio país, estuve casi
desahuciado porque los galenos no me operaban de la columna vertebral. Según ellos lo
único que querían era que estuviera sicológicamente bien, porque de
pronto podría arrojarme de uno de los pisos adonde tendrían que llevarme
después de la cirugía. Durante todo ese tiempo tuve que resistir unas vivencias que para cualquier enfermo serían extrañas, y mucho más cuando no se está
cuerdo. Yo andaba con pánico. Y ahora puedo comprobar que debí de ser
drogado por sustancias sicóticas en las calles, y que mientras tanto
para reforzar ese sutil trabajo de esos dioses que todo lo saben fui víctima de innumerables felonías, en donde todos los trabajos que
hiciera tenían que terminar mal. Nunca caí en la cuenta que así había
sido siempre. Cómo puede uno entender lo de las marcas o de los estigmas de
policía en donde los delincuentes como si lo conocieran a uno desde
siempre tenían su negocio con uno, o como si en realidad uno tuviera negocios
con ellos. Muchos años antes al llegar a la casa que "El embrujado" ha
dado en llamar "La casa embrujada" su vendedor no la quería entregar.
Y después, de hacer la entrega real, llegarían otros agentes a vivir en otra
casa, pues lo que antes fue una finca con la desglobalización de lo que fue una finca en años, mediante
escrituras ante la superintendencia de notariado y registro, esta ya siendo un bien urbano, y al morir sus dueños los herederos se la repartirían entre lotes, y yo con una tía llegaríamos a la casa original de sus antiguos dueños, y que ahora uno de los hijos se encargaba de venderla mediante lotes. Con lo conseguido por esta casa de un préstamo que le dio
el fondo nacional del ahorro a la tía que digo, y con la venta de otro lote a unos agentes del estado que más bien parecían estar ávidos por conseguir bienes en medio de esos ríos revueltos, se construiría todo un conglomerado de viviendas unipersonales donde los
que fueron llegando eran amigos, familiares y vecinos de aquel barrio; y es muy probable que la tía y yo seríamos los lupanares de estos aventajados rebuscadores de bienes. Al
construirse una estación de policía después de inaugurado el Cafám del
barrio Centenario, muchas casas, supongo que con el desarrollo del
comercio en aquel sector, fueron perseguidas por otros que también pretendían
hacerse a las suyas en medio de negocios en donde uno escuchaba, que
fulano había firmado su promesa de venta, y no pagaba después de posesionarse del bien. Y en medio de todas esas circunstancias, parecía que en el
caso mío la marca funcionaba. Yo no tenía ni tengo nada económicamente.
Hacía pocos años había tenido un negocio de abastos y cacharro en el
barrio de las Colinas, muy cerca del Quiroga y del Centenario que
todavía no se le veía el progreso, porque la avenida primero de Mayo no
existía, sino solo desde la carrera décima hasta la avenida 27 muy
cerca del cementerio del Sur. Aquel negocio no funcionó. El socio que
me consiguió un primo cacharrero (Jaime) se dedicó a hacerse de todo cada
vez que yo no iba, ya fuera por las mañanas o por las tardes. Y como
estaba estudiando en la univ.Libre tuve que venderlo. No antes, unos policías del
sector con el cuento de que la balanza estaba alterada se la llevaron,
mientras me sucedieron otras circunstancias estrambóticas donde aparecieron ladrones y policías como si yo fuera un comerciante que no tenía el derecho a tener un negocio comercial. Casi me matan. Ya mi estadía
en Bogotá había comenzado mal. El tal Cuchumina, se había encargado de
asediarme en la cacharrería de mi papá, cuando antes había trabajado con
él al frente del teatro Ponce. Comenzaron a llegar vivarachos que sin embargo
para infortunio mío, a sabiendas que lo iban a robar él prefería
recibir cheques por mercancía a sabiendas que eran falsos. Nunca lo he
podido entender. Uno suponía que así podía ser, pero el hecho es que de
alguna manera yo ya me veía tan aturdido que tuve que abandonar el negocio
que traté de establecer en ese barrio, para así poder seguir estudiando. En tan poco
tiempo, en escasos tres años que fueron los que cursé muy bien en la
universidad, perdí lo que había ganado con este en la
cacharrería. Subsistía. En la casa un familiar trajo un amigo de este, y
desde ahí se nos aparecía frecuentemente, tanto que aunque nos escondiéramos con la tía, este insistía, y así durante más de un
largo año, se nos aparecía en el momento menos esperado. He supuesto que
aquel (Orlando) cuya hermana trabajaba en una oficina transportadora(Coop...) de
bienes entre Cúcuta y todo el país, tenía unos familiares al lado de
aquel interior, y probablemente eran los mismos que en los últimos años
me salieron frecuentemente tales como es el caso Ojos azules, quien casi me hace matar, tal y
como lo conté en otro blog, y como lo dijo "El Embrujado" en el libro que anterior dije.
Así lo he creído, pues no era más que llegar uno de los dos, ya lo teníamos golpeando en la puerta. Una amiga de la Libre, que tenía como amigo a un tal Esteban, necesitaba que le trajeran un papel que se utiliza para las fotografías, ya que según entiendo tenía un negocio sobre este tipo de trabajos, y me sugirió que lo relacionara con éste.,Después con los años me dio la impresión que también se conocían. Pero claro que en esos trabajos de sicología, cuando yo salí del hospital, después que me vi a gatas para poder andar, y de ir recuperando la conciencia de la realidad, a pesar que esos forajidos que tienen en las calles para aturdir a las personas, porque creo que no he sido el único, me dí cuenta que también a otros les hacían este tipos de trabajos de desestabilización sicológica.
Al intentar hacer un curso en el www.senavirtual.edu.co el correo de la tutora me lo recordaría muy sugestivamente. Me estaban tratando de enloquecer. Mesteban@hotmail, o algo así, no recuerdo bien el nombre del portal. Un curso de Excel que quise aprender, pero que después que busqué por todos los lados en diferentes oficinas del S.E.N.A., solo cuando descubrí que su nombre era Marta Esteban, me cambiaron el tutor. Curso que como los autistas y para los autistas, nunca obtuve una respuesta, y nunca pude hacer ningún trabajo porque hasta ahora estaba aprendiendo. Después fue con una tal Lili,en otro curso de Word, y en unos trabajos que a pesar que los hice bien, según el adivinador programado de aquel examen, yo siempre los perdía. Y así durante muchos años. Solo hasta ahora, que hilvanando estas historias en mi cerebro, y a pesar de estas argucias fui entendiendo de lo que se trataba el complot. El muchacho del que acabé de hablar que nos acosaba en aquella casa, tuvo que irse para Venezuela porque había apuñalado a otro.
Y
después de muchos años supe que lo habían matado. El tal
Esteban lo vería cerca en aquel barrio, y cuando ya estos vecinos se
decidieron por obedecer órdenes que todavía no se de quién, o de quiénes para zaherirme sicológicamente mediante
todos los muchachos que lograban conseguir para estas tareas en la que
los insultos, su cogida de nalgas, sus malolientes hedores por estar
muy mal trajeados porque andaban por las calles recogiendo las basuras,
los emboladores que se creyeron que podrían conseguirse alguna pensión por
cuenta de este tipo de trabajos, y toda una vasta red de gentes de
calle dispuestas para que uno no regresara a la realidad, no sin antes
ser victima de un intento de asesinato perfecto, tal y como lo he llamado
en otros blogs, porque cuando se repite después que fui
mordido por Damián en aquel interior, y cuando ya antes aquellos
ajedrecistas me lo habían pronosticado. No se a quién echarle la culpa.
Pero este tipo de trabajos son muy frecuentes, y así lo he constatado en
las calles vendiendo mis mercancías, pues no hay que olvidar que
soy esquizofrénico. La instigación ha durado desde que yo llegué allí
de manera delirante y acuciosa en la que todos los que conocí
participaron del festín. Algunos años antes, antes de pensionarse la
tía, y cuando todavía no tenía el hijo que resultó adoptando por cuenta
de estos vecinos y familiares, en el que Memín, Primorov y toda una
serie de personajes que lograron desestabilizarme de diferentes maneras,
trabajos que durarían años por no decir que casi de toda mi vida, y de la
cual tengo uso de buena razón, esta llegó en una ocasión con dos gaticos
pequeños. Cuál no sería mi sorpresa cuando descubrí que estaban ciegos. Le pregunté que dónde los había conseguido. Según me dijo, cosa que de pronto no pudo ser cierta por que no me consta:
-"En una caseta cerca del ministerio de defensa en la calle 26 en Bogotá".
-"En una caseta cerca del ministerio de defensa en la calle 26 en Bogotá".
Pues según entiendo ella iba todos los días por esos lados porque trabajaba en el ministerio de educación con el ICCE en Bogotá. Aquel vecino que le vendió la casa durante mucho tiempo después de construir la suya al lado, siempre se le dio por colocar su tendedero de ropa sobre el tejado, para que uno no pudiera dormir por las gotas que sus ropas mojadas escurrían desde lo alto todas las noches.
Estas son
apenas unas vivencias breves, para continuar con este largo y sutil modo
de enloquecer a una persona. La esposa del dueño, probablemente trabajó
con una hermana de Primorov. Y la señora que me compró la casa en
Bella vista, casa que debí de abandonar a los pocos días porque casi
me matan, también trabajaba en una empresa de tejidos, muy parecida a
una empleada del Tío Carlos en San Victorino; tan parecida que a veces me
confundía. Tanto así, que yo lo llamo conspiración subterfugia.
¿Ahora, por qué no hablamos de brujos y de lavados de cerebros en este sutil arte de enloquecer? Hay tantos parecidos de rostros y de caras en este tipo de trabajos, que una vez me confundí con un hermano medio en San Victorino y en el Centenario. Menos mal que ahora ando medio cuerdo.
¿Ahora, por qué no hablamos de brujos y de lavados de cerebros en este sutil arte de enloquecer? Hay tantos parecidos de rostros y de caras en este tipo de trabajos, que una vez me confundí con un hermano medio en San Victorino y en el Centenario. Menos mal que ahora ando medio cuerdo.
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