El arte de enloquecer 25
La calle 25 en Ibagué me recuerda que hace muchos años siempre pasaba por ésta, para ir a estudiar al colegio San Simón.
Estaba muy joven. Antes, en el Colegio Jiménez de Cisneros con un
compañero de curso(Barreto) tuvimos en la 17 con 3a un apartado aéreo donde recibía revistas de embajadas del Japón, Cuba, Estados Unidos,
Canadá, Alemania, China, y todo un montón de literatura; pero para mis
perseguidores en la casa "Embrujada" en Bogotá algunos años después que tuve otro apartado en el edificio Avianca de Bogotá con otro amigo, me hicieron creer que todo era
porque recibía a Bohemia, una revista cubana que nos contaba la
historia de Martí, y los libros de Mao, y que la foto presumiblemente de su dueño en los años 50 aparece más abajo. No importaba que recibiera
revistas de diferentes índoles. Parece que para los que se leen esos
libros de siquiatría, y son expertos en el arte de enloquecer, a
cualquier fulano se la montan, lo hacen por que sí. Y sí. Cuando
comenzaron a sucederme muchas cosas en la casa "Embrujada", y adonde
frecuentemente tuve pesadillas con "El Embrujado". También hay que destacar que el padre de Triana fue el dueño del colegio Murillo Toro, y en el apartado que compartía con éste me continuaron
llegando revistas y cartas de otros países, de amigos y amigas que nunca
conocí pero que tuvieron la gentileza de enviarme muchos mensajes.
Según El Embrujado y sus historias, en aquella casa lo persiguieron
tanto, que parece que tenían un negocio. A veces creo que estaba loco. Dudo que no sea tanto como él dice. ¿Cómo pudo vivir allí, sin que nadie
se diera cuenta? Aunque a mí me pasaron muchas cosas. Las
historias suyas y las mías, se diferencian en que el está llevado por
la razón de la persecución, y yo en cambio...ejem.
-Lo digo aunque no me crean.
Yo por ejemplo, a veces tengo
unos sueños en las que oigo al embrujado con sus quejambres, y éste
parece que en todo momento se siente ofendido y perseguido. Seguramente
los que lo han rodeado han tenido sus intereses. Primorov, lo debe de
saber. M. una amiga, creo que también. Lucho, tantos Luchos que he
conocido, de pronto casi todos, también. Memín, el pobre Memín, yo
anduve muchos años con él y sus familia. Una vez, hace muchos años,
muchos antes de irme para Venezuela, en una ocasión que fui adonde mi papá (pues sabrán que como fui zaherido, todos mis negocios me los fueron
dañando, porque querían verme sin un peso en los bolsillos y sin con qué
trabajar), un cuñado de éste, que hacía poco había perdido a toda
su familia en un dantesco corrimiento de tierra en la carretera antigua
que iba de Bogotá Villavicencio, y que según supe terminó pensionado con la Caja
Agraria, se había alcoholizado tanto, que iba frecuentemente con el
pobre Memín, a que les costeara sus pilatunas, mientras conmigo urdían
sus trabajos de sicología y de tantas otras cosas que orquestaron, qué todavía no me caben en la cabeza. ¿Cómo puede Ud. hacerle daño a otro
por cuenta de un familiar que no lo quiere? ¿O por unos familiares que
seguramente trataron de ganarse algunas dádivas por ser esta familia muy
conocedora de encumbrados personajes de policía? Unos mercaderes que en
su momento, cuando había restricciones para las libres importaciones,
éstos se aseguraban que los agentes encargados de cumplir con sus
deberes de aduanas, fueran tan benevolentes, que les permitieran ingresar
sus mercancías sin tantos tropiezos. Yo lo creo así. Pero el pobre
Embrujado, definitivamente según sus historias, estaba loco.
Sin embargo, a veces tengo un sueño desde niño, que los del
Embrujado que son desde hace unos pocos años, ni siquiera los comparo.
Es un sueño sencillo. Estoy dormido, y de pronto despierto en la
mitad de la noche asustado, como si alguien me jalara los pies. En
cambio las pesadillas que he tenido con el Embrujado son tan diferentes.
El no sabe con quiénes anda, pero su instinto le dice que lo están
amenazando. Yo no sé si creerle en este caso, pero a mí me echaron unos
cuentos de joven. un Murillo, y otros jóvenes campesinos que hablaban tan
bonito, me contaron unas historias que ahora con lo acontecido en estos años parecen que fueran reales. Eran historias dantescas y de persecuciones, historias que creí, no eran ciertas. ¿Cómo se pueden entender historias de matanzas y de alevosías personales y de familias, contadas sin que alguna autoridad las investigara? Además a mi me parecían, y todavía lo pienso así, que no eran más que cuentos contados en las voces de unos campesinos que también tenían sus sueños, y que la violencia no los dejaba salir de esos imaginarios escalofriantes. Me hablaba, porque querían enloquecerme
de una extraña historia acaecida por allá en los años 50 sobre una muchacha, en
esos años de violencia, que ahora uno parece creer que la hubiera podido contar Hegel. Una familiar , o vecina, no recuerdo, antes de
morir después de haber sobrevivido a un aborto, murió a los pocos días.
Emir me contó una historia tan trágica que yo no lo puedo creer. Yo no
estoy ido de la cabeza y con miedo. El pobre Embrujado , sí. Mis amigos fueron
personas supuestamente estudiadas y decentes. En cambio lo que
cuenta el Embrujado sobre Memín, y su picardías, se asemejan en parte a
otras, que yo ya ni siquiera deseo compartirlas, porque son las de
rufianes que lo rodearon y lo fueron enloqueciendo. Lo de la gendarmería
y sus cuentos me parecen horribles. Eso no es literatura. Sin embargo
las pesadillas que tengo con éste me conmueven. ¿Será cierto, lo que
dice?
Imaginarse que un vecino lo está esperando tan pronto sale, y que
lo sigue mientras va saliendo del callejón. Qué esos tolimitas sean tan
malos, y tan inmisericordes. Que se queden con casas ajenas. Y que
mediante artilugios lo hayan querido matar.
Hace pocos años antes de tener que abandonar la casa, cuando un
familiar casi me mata, mientras estos vecinos a su manera orquestaron
tantos complots, yo solo pude constatar que en esa estación de policía
había un gendarme tan parecido a mi hermano, que a veces llego a creer
que éste fue el que se me apareció en la calle once, muy cerca del negocio de
mi medio hermano, en aquel momento. También puedo afirmar que no fueron
visiones, cuando vi a aquel vecino dueño de Damián (Carlos), que se acercaba a la
avenida 68 por la 27 sur, y que cada que yo trataba de acercármele, éste
avanzaba más rápido. Pero que así lo enloquezcan a uno, todavía no lo sé. Yo
resulté loco, debo de decirlo, pero no tanto como el Embrujado.
Entiendo lo que me contó entre sueños. Wilson, el
vecino que hablaba duro en una fiesta al otro lado de su casa, cuando
decía cómo era que tenían que caerle, y aunque después le dijo que eso
no era cierto, que era el eco; tal y como le salió en su momento "Ojos
Azules".
En un carro moderno, de esos vidrios ahumados que tanto andan por
aquellas calles del Centenario, cuando estaba en una tienda, pudo
escuchar que otro le hablaba. Después lo distinguió cuando le contaba a
otros cómo hacía para que se escucharan sus voces a algunos metros de
distancia. Tenía en sus manos un transmisor de esos que utilizan los
vigilantes y gendarmes. El Embrujado no lo entendió en su momento. Yo sí.
Eran las ondas hertzianas que secretamente utilizan estos imaginarios a
los que están marcados, y algún billetico de pronto pueden
conseguírselo, haciendo dichos favores. Que el Embrujado esté loco, es
su problema. Lo mío es contar estas historias, para que me crean
.
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