El arte de enloquecer 25

 
Escrito por: jesusantog el 28 Abr 2011 - URL Permanente en El País.com
Publicado en El País.es

La calle 25 en Ibagué me recuerda que hace muchos años siempre pasaba por ésta, para ir a estudiar al colegio San Simón. Estaba muy joven. Antes, en el Colegio Jiménez de Cisneros con un compañero de curso(Barreto) tuvimos en la 17 con 3a un apartado aéreo donde recibía revistas de embajadas del Japón, Cuba, Estados Unidos, Canadá, Alemania, China, y todo un montón de literatura; pero para mis perseguidores en la casa "Embrujada" en Bogotá algunos años después que tuve otro apartado en el edificio Avianca de Bogotá con otro amigo, me hicieron creer que todo era porque recibía a Bohemia, una revista cubana que nos contaba la historia de Martí, y los libros de Mao, y que la foto presumiblemente de su dueño en los años 50 aparece más abajo. No importaba que recibiera revistas de diferentes índoles. Parece que para los que se leen esos libros de siquiatría, y son expertos en el arte de enloquecer, a cualquier fulano se la montan, lo hacen por que sí. Y sí. Cuando comenzaron a sucederme muchas cosas en la casa "Embrujada", y adonde frecuentemente tuve pesadillas con "El Embrujado". También hay que destacar que el padre de Triana fue el dueño del colegio Murillo Toro, y en el apartado que compartía con éste me continuaron llegando revistas y cartas de otros países, de amigos y amigas que nunca conocí pero que tuvieron la gentileza de enviarme muchos mensajes. Según El Embrujado y sus historias, en aquella casa lo persiguieron tanto, que parece que tenían un negocio. A veces creo que estaba loco. Dudo que no sea tanto como él dice. ¿Cómo pudo vivir allí, sin que nadie se diera cuenta? Aunque a mí me pasaron muchas cosas. Las historias suyas y las mías, se diferencian en que el está llevado por la razón de la persecución, y yo en cambio...ejem.

-Lo digo aunque no me crean.
 
Yo por ejemplo, a veces tengo unos sueños en las que oigo al embrujado con sus quejambres, y éste parece que en todo momento se siente ofendido y perseguido. Seguramente los que lo han rodeado han tenido sus intereses. Primorov, lo debe de saber. M. una amiga, creo que también. Lucho, tantos Luchos que he conocido, de pronto casi todos, también. Memín, el pobre Memín, yo anduve muchos años con él y sus familia. Una vez, hace muchos años, muchos antes de irme para Venezuela, en una ocasión que fui adonde mi papá (pues sabrán que como fui zaherido, todos mis negocios me los fueron dañando, porque querían verme sin un peso en los bolsillos y sin con qué trabajar), un cuñado de éste, que hacía poco había perdido a toda su familia en un dantesco corrimiento de tierra en la carretera antigua que iba de Bogotá Villavicencio, y que según supe terminó pensionado con la Caja Agraria, se había alcoholizado tanto, que iba frecuentemente con el pobre Memín, a que les costeara sus pilatunas, mientras conmigo urdían sus trabajos de sicología y de tantas otras cosas que orquestaron, qué todavía no me caben en la cabeza. ¿Cómo puede Ud. hacerle daño a otro por cuenta de un familiar que no lo quiere? ¿O por unos familiares que seguramente trataron de ganarse algunas dádivas por ser esta familia muy conocedora de encumbrados personajes de policía? Unos mercaderes que en su momento, cuando había restricciones para las libres importaciones, éstos se aseguraban que los agentes encargados de cumplir con sus deberes de aduanas, fueran tan benevolentes, que les permitieran ingresar sus mercancías sin tantos tropiezos. Yo lo creo así. Pero el pobre Embrujado, definitivamente según sus historias, estaba loco.
 
Sin embargo, a veces tengo un sueño desde niño, que los del Embrujado que son desde hace unos pocos años, ni siquiera los comparo. Es un sueño sencillo. Estoy dormido, y de pronto despierto en la mitad de la noche asustado, como si alguien me jalara los pies. En cambio las pesadillas que he tenido con el Embrujado son tan diferentes.
 
El no sabe con quiénes anda, pero su instinto le dice que lo están amenazando. Yo no sé si creerle en este caso, pero a mí me echaron unos cuentos de joven. un Murillo, y otros jóvenes campesinos que hablaban tan bonito, me contaron unas historias que ahora con lo acontecido en estos años parecen que fueran reales. Eran historias dantescas y de persecuciones, historias que creí, no eran ciertas. ¿Cómo se pueden entender historias de matanzas y de alevosías personales y de familias, contadas sin que alguna autoridad las investigara? Además a mi me parecían, y todavía lo pienso así, que no eran más que cuentos contados en las voces de unos campesinos que también tenían sus sueños, y que la violencia no los dejaba salir de esos imaginarios escalofriantes. Me hablaba, porque querían enloquecerme de una extraña historia acaecida por allá en los años 50 sobre una muchacha, en esos años de violencia, que ahora uno parece creer que la hubiera podido contar Hegel. Una familiar , o vecina, no recuerdo, antes de morir después de haber sobrevivido a un aborto, murió a los pocos días. Emir me contó una historia tan trágica que yo no lo puedo creer. Yo no estoy ido de la cabeza y con miedo. El pobre Embrujado , sí. Mis amigos fueron personas supuestamente estudiadas y decentes. En cambio lo que cuenta el Embrujado sobre Memín, y su picardías, se asemejan en parte a otras, que yo ya ni siquiera deseo compartirlas, porque son las de rufianes que lo rodearon y lo fueron enloqueciendo. Lo de la gendarmería y sus cuentos me parecen horribles. Eso no es literatura. Sin embargo las pesadillas que tengo con éste me conmueven. ¿Será cierto, lo que dice?
 
Imaginarse que un vecino lo está esperando tan pronto sale, y que lo sigue mientras va saliendo del callejón. Qué esos tolimitas sean tan malos, y tan inmisericordes. Que se queden con casas ajenas. Y que mediante artilugios lo hayan querido matar.
 
Hace pocos años antes de tener que abandonar la casa, cuando un familiar casi me mata, mientras estos vecinos a su manera orquestaron tantos complots, yo solo pude constatar que en esa estación de policía había un gendarme tan parecido a mi hermano, que a veces llego a creer que éste fue el que se me apareció en la calle once, muy cerca del negocio de mi medio hermano, en aquel momento. También puedo afirmar que no fueron visiones, cuando vi a aquel vecino dueño de Damián (Carlos),  que se acercaba a la avenida 68 por la 27 sur, y que cada que yo trataba de acercármele, éste avanzaba más rápido. Pero que así lo enloquezcan a uno, todavía no lo sé. Yo resulté loco, debo de decirlo, pero no tanto como el Embrujado.
 
Entiendo lo que me contó entre sueños. Wilson, el vecino que hablaba duro en una fiesta al otro lado de su casa, cuando decía cómo era que tenían que caerle, y aunque después le dijo que eso no era cierto, que era el eco; tal y como le salió en su momento "Ojos Azules". 
 
En un carro moderno, de esos vidrios ahumados que tanto andan por aquellas calles del Centenario, cuando estaba en una tienda, pudo escuchar que otro le hablaba. Después lo distinguió cuando le contaba a otros cómo hacía para que se escucharan sus voces a algunos metros de distancia. Tenía en sus manos un transmisor de esos que utilizan los vigilantes y gendarmes. El Embrujado no lo entendió en su momento. Yo sí. Eran las ondas hertzianas que secretamente utilizan estos imaginarios a los que están marcados, y algún billetico de pronto pueden conseguírselo, haciendo dichos favores. Que el Embrujado esté loco, es su problema. Lo mío es contar estas historias, para que me crean
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