Trabajos sucios e inteligencias puras
Publicado en esa época en El País.es
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Tal y como se ve en esta foto, un carterista le extrae su billetera a
un desafortunado personaje. No importa quién sea. Son trabajos sucios, y
hacen parte de una escuela. Se necesita experiencia. Cualquiera no lo
hace. Ahora que hablamos de democracias, muchas veces creemos sobre
realidades que no son así. En apariencia las vemos así, pero para llegar
a esta situación el que lo hace o los que lo hacen, tienen que haberlo
practicado tanto, así como los actores o los cantantes tienen que haber
aprendido a realizar su comedia o modular su voz para que todo salga
bien.
En este tipo de trabajos, los carteristas cuentan con su habilidad, y
su disposición para saber dónde lleva la víctima el dinero. Y también,
que no se vayan a equivocar porque además de arriesgar su talento,
pueden resultar como en el juego del billar adonde el jugador que hace
carambola con la bola que no le corresponde, taca burro. No se puede
equivocar.
Y estos personajes están dispuestos a todo: A matar o a morir.
Sus pensamientos que nos parecen tan escalofriantes, para ellos son
normales. Se crían entre estos menesteres, y se nos parecen a las
juventudes Hitlerianas adonde desde niños se les educaba bajo la
responsabilidad que tenían de apoyar al fuhrer y defender al estado
socialgermano, y que desde niños estos conceptos eran los que primaban,
convencidos que tenían que dar su vida por el estado que les daba todo.
En esos intringulis, uno discierne que si hay sociedades adonde se
permite todo este tipo de trabajos, también hay dobles que lo hacen para
adentrase en esos mundos siniestros que con sus inteligencias pueden
ayudar a los gobiernos a combatir a estos personajes, qué paradógicamete
no actúan solos; sino que hacen parte de todo un engranaje en la que
hasta los pordioseros y los encargados de proteger el sistema también
participan de estos melodramas.
Tanto así, que muchas veces lo que le roban a cualquier despistado, más de uno afirma que
le puede ayudar a conseguir lo robado, con tal que haya alguna
recompensa por parte de la víctima.
Y es ahí donde los trabajos sucios abundan. En estas calles donde
las vigilancias privadas se entrelazan con las gubernamentales, todos
tendemos a creer que lo saben todo. Que en esas fronteras imaginarias
adonde la honestidad y la corrupción se entrecruzan, todos podemos
pensar que estamos en esos mundos oniricos en el que los sueños pueden
ser unos, y las realidades otras.
Así son nuestras mentalidades.
En estas democracias nos estamos acostumbrando a este tipo de
mentalidades, en las que a veces los que creímos ladrones, no eran más
que unos agentes que haciendo su labor terminaban por desbaratar a toda
una red de delincuentes. Pero como en ese tipo de trabajos, en
apapariencia los moralismos no nos importan, también nos encontramos con
las noticias que a diario parecen corroborarnos otras.
Los montajes de las que son víctimas los incautos ante esclarecidos y bienhechores hombres de ley.
Y todo por una extraña malformación de nuestro sistema policivo,
porque muchos particulares han terminado por conformar sus batallones de
inteligencias, y los que durante muchos años conocimos que eran de ley,
que nos protegían en nuestras honras y nuestros bienes, por esas
descomposicione sociales en el que el dinero y el poder son lo que
valen, muchos se venden por cualquier plato de lentejas; y muchos tienen
sus cerebros tan extraviados, que su moral resulta más corrompida que
los intrusos que a diario nos atormentan.
Incluso dentro de estas familias orquestan sus maniobras para
desacretidar a uno de ellos, o para, como en esos sainetes que vemos a
diario en los periódicos, en una reyerta de familia, muere el que menos
se pensaba.
Y como todos piensan iguales, ante la ley y la justicia, los
crimenes que se cometen por éstos, no son más que meras sobrevivencias
porque el que murió fue el culpable, y sus asesinos apenas fueron los
que se defendieron de la víctima.
Una ley torcida con unas mentalidades siniestras, en las que si
miramos los que actuaron en estas reyertas estaban preparados para ello,
pues como en la fototografía del carterista, para hacerlo se necesita
practica y estudio. A mi me ha pasado con personajes que me salieron de
la nada, y quisieron matarme. Así lo intuyo.
Son escuelas en el que el aprendizaje lo hacen en las calles.
Y no se trata de lo que Victorio de Sica nos cuenta en "Ladrón de bicicletas". Su pericia no es improvisada. Son trabajos sucios para unos,
mientras los que los orquestan son tan puros, que sus inteligencias
resultan demasiado perfectas como para que alguien los acuse.
Son divagaciones, claro está, basado en lo que me ha pasado.
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