Trabajos sucios e inteligencias puras

Escrito por: jesusantog el 16 Oct 2011 - URL Permanente
Publicado en esa época en El País.es
Tal y como se ve en esta foto, un carterista le extrae su billetera a un desafortunado personaje. No importa quién sea. Son trabajos sucios, y hacen parte de una escuela. Se necesita experiencia. Cualquiera no lo hace. Ahora que hablamos de democracias, muchas veces creemos sobre realidades que no son así. En apariencia las vemos así, pero para llegar a esta situación el que lo hace o los que lo hacen, tienen que haberlo practicado tanto, así como los actores o los cantantes tienen que haber aprendido a realizar su comedia o modular su voz para que todo salga bien.

En este tipo de trabajos, los carteristas cuentan con su habilidad, y su disposición para saber dónde lleva la víctima el dinero. Y también, que no se vayan a equivocar porque además de arriesgar su talento, pueden resultar como en el juego del billar adonde el jugador que hace carambola con la bola que no le corresponde, taca burro. No se puede equivocar.

Y estos personajes están dispuestos a todo: A matar o a morir.

Sus pensamientos que nos parecen tan escalofriantes, para ellos son normales. Se crían entre estos menesteres, y se nos parecen a las juventudes Hitlerianas adonde desde niños se les educaba bajo la responsabilidad que tenían de apoyar al fuhrer y defender al estado socialgermano, y que desde niños estos conceptos eran los que primaban, convencidos que tenían que dar su vida por el estado que les daba todo.

En esos intringulis, uno discierne que si hay sociedades adonde se permite todo este tipo de trabajos, también hay dobles que lo hacen para adentrase en esos mundos siniestros que con sus inteligencias pueden ayudar a los gobiernos a combatir a estos personajes, qué paradógicamete no actúan solos; sino que hacen parte de todo un engranaje en la que hasta los pordioseros y los encargados de proteger el sistema también participan de estos melodramas.

Tanto así, que muchas veces lo que le roban a cualquier despistado, más de uno afirma que le puede ayudar a conseguir lo robado, con tal que haya alguna recompensa por parte de la víctima.

Y es ahí donde los trabajos sucios abundan. En estas calles donde las vigilancias privadas se entrelazan con las gubernamentales, todos tendemos a creer que lo saben todo. Que en esas fronteras imaginarias adonde la honestidad y la corrupción se entrecruzan, todos podemos pensar que estamos en esos mundos oniricos en el que los sueños pueden ser unos, y las realidades otras.
Así son nuestras mentalidades.

En estas democracias nos estamos acostumbrando a este tipo de mentalidades, en las que a veces los que creímos ladrones, no eran más que unos agentes que haciendo su labor terminaban por desbaratar a toda una red de delincuentes. Pero como en ese tipo de trabajos, en apapariencia los moralismos no nos importan, también nos encontramos con las noticias que a diario parecen corroborarnos otras.

Los montajes de las que son víctimas los incautos ante esclarecidos y bienhechores hombres de ley.

Y todo por una extraña malformación de nuestro sistema policivo, porque muchos particulares han terminado por conformar sus batallones de inteligencias, y los que durante muchos años conocimos que eran de ley, que nos protegían en nuestras honras y nuestros bienes, por esas descomposicione sociales en el que el dinero y el poder son lo que valen, muchos se venden por cualquier plato de lentejas; y muchos tienen sus cerebros tan extraviados, que su moral resulta más corrompida que los intrusos que a diario nos atormentan.

Incluso dentro de estas familias orquestan sus maniobras para desacretidar a uno de ellos, o para, como en esos sainetes que vemos a diario en los periódicos, en una reyerta de familia, muere el que menos se pensaba.

Y como todos piensan iguales, ante la ley y la justicia, los crimenes que se cometen por éstos, no son más que meras sobrevivencias porque el que murió fue el culpable, y sus asesinos apenas fueron los que se defendieron de la víctima.

Una ley torcida con unas mentalidades siniestras, en las que si miramos los que actuaron en estas reyertas estaban preparados para ello, pues como en la fototografía del carterista, para hacerlo se necesita practica y estudio. A mi me ha pasado con personajes que me salieron de la nada, y quisieron matarme. Así lo intuyo.

Son escuelas en el que el aprendizaje lo hacen en las calles.

Y no se trata de lo que Victorio de Sica nos cuenta en "Ladrón de bicicletas". Su pericia no es improvisada. Son trabajos sucios para unos, mientras los que los orquestan son tan puros, que sus inteligencias resultan demasiado perfectas como para que alguien los acuse.

Son divagaciones, claro está, basado en lo que me ha pasado.
Compre nuestros libros dando clic en cada uno. Prioritario: Historia Básica del Tolima


.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Asesinatos perfectos

Asesinatos perfectos

Convidando a papá (5a parte)