Unas ricas empanadas (Parte 2)

Boris Spassky
Claro que en esos años Bogotá tenía fama de ser el epicentro de muchos de los negocios de Colombia, e incluso las  tertulias de intelectuales y compradores de libros, obras de arte de pinturas, y esmeralderos que allí a diario se daban cita para celebrar sus acuerdos comerciales. Muy cerca, en ”El Pasaje” otro tinteadero, también era el anfitrión de los contertulios que se reunían a hacer lo mismo que en el anterior, o de los estudiantes de la universidad “El Rosario “que también iban a convivir con todos los otros personajes que allá llegaban. ”El Capablanca” se distanciaba de otros más encumbrados, donde solo podían llegar los intelectuales que como León de Greiff, o su hijo, el ajedrecista  que jugaba en otro club de la carrera séptima (El Lasker), y otros de cuyos nombres figuran en los amplios listados de la intelectualidad colombiana,  ya que al ”El Automático” solo los periodistas y los mejores escogidos iban a deleitarse con su tinto, y con la atención de sus empleadas con las que nos congratulábamos; ya que una de ellas( Emita)  le dio el último sorbo de agua a Gaitán, antes de morir. En fin, El Capablanca representaba la convivencia popular donde cabían indistintamente los buenos y los malos que se daban cita para hacer sus apuestas en este juego ciencia que inducidos por la disputa internacional entre los dos grandes colosos del mundo,  a todos nos embelesaba.
Como decía, el dueño de aquel negocio tenia otros. Entre ellos, un café muy popular sobre la avenida Caracas con avenida Jiménez, al frente de lo que fueron en otros tiempos unos negocios de ferreterías y un teatro que se llamó”El teatro Caracas”. Un cinema adonde el pueblo se aglomeraba en los días festivos, así como en otros del sector, y que tuvo su mala imagen  porque se decía que era uno de los tantos adonde se tenía que entrar con un ladrillo para sentarse y otro pare defenderse.  Teatro que feneció por su mala fama, pero que también sirvió después para que "Kokorico" iniciara sus actividades en pleno centro de la capital de la república de Colombia la popular venta de pollo asado. El dueño de aquel establecimiento que digo, sabía cómo se conseguía el dinero. Un negoció del que vengo diciendo que floreció por años y años, seguramente hasta que su dueño murió, y adonde más tarde se instalaron otros tipos de negocios relacionados con los plásticos. Un señor agradable en el trato, y al que muchos admiramos, que dio buena acogida a su clientela, y que también hizo fama con la ricura de sus empanadas. Años después, por el chismorreo de sus mismas empleadas sabríamos que no eran así. Nada es perfecto en este mundo.  
Las empanadas…

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