La modernidad nunca llega sola

Esto de la modernidad, nunca llega sola, podría ser un axioma. La Europa de hoy, no es lo que fue hace unas pocas décadas ni mucho menos lo que pudo haber sido después de la segunda guerra mundial. Sería cómo si habláramos sobre los imaginarios de las guerras. Unas guerras que como en las dictaduras siempre dejan sus secuelas, y un pueblo, una nación, o un estado tienen que comenzar a reconstruir parte de los que perdieron, para que el cambio sea el que se espera. Un imaginario muy diferente donde la modernidad sea la que haga que los seres humanos seamos mejores de lo que hemos sido. Pero ésto, no se da de la noche a la mañana. Las secuelas, los desbarajustes de las desigualdades, y las iniquidades de los que sufrieron en carnes propias  las desmesuras de las ideologías que las sustentaron, y que tienen que cambiar así como el mundo tuvo que hacerlo cuando el eje Roma, Berlin y Japón, sufrió la derrota de su malograda intentona por conquistar el mundo.
En España, como en otros países, sus imaginarios tuvieron que hacer eco de lo que eran unas nuevas constituciones nacionales, más acordes al desarrollo de los pueblos, donde la O.N.U. que encarnó la igualdad entre los pueblos, y a su vez trató de conjurar su estratégica  alianza con lo que fue el socialismo  de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, que como resultado de también haber luchado mancomunadamente contra el Fascismo y el Nazismo, resultaron vencedores y como  aliados  se repartieron el mundo. Un universo convulsionado que durante la mayor parte del siglo pasado se convirtió en lo que fue la guerra fría entre el socialismo y el capitalismo, y que  culminaría cuando la cortina de hierro sucumbió ante los avances de occidente en lo que se ha dado en llamar el triunfo de lo que ahora llamamos Internet y toda la tecnología de punta que arrasó con las fábricas de acero y todos esos sueños tras unos ideales que ahora son quiméricos, pues sus conquistas en la agilidad de la información, permitieron que las democracias con el voto popular, hicieran creer que el hombre mediante estas conquistas sociales lograba su independencia tanto en lo material como en lo espiritual, y cuando esos viejos ideales de la revolución francesa, parecieron ser los ideales de dejar hacer, dejar pasar, adonde se supone que el hombre había entrado a la modernidad, en la que los estudiantes y las clases medias de los países capitalistas nos introdujeron en esos imaginarios que llamamos ahora la modernidad, y que los escritores dentro del campo de la literatura des hace rato  a esta situación la llaman "Post-Modernismo".
El plan Marshall, haría que Europa fuera el sueño para muchos de los países que estamos en el tercer mundo, incluyendo a los países latinoamericanos, que vieron cómo las economías y sus desarrollos en la investigación y en la ciencia fueran el espejismo que desbordó la ansiedad de todos los humanos, y la de muchos  ir hacia esas tierras que antes fueron devastadas por la guerra, y por el milagro de ser este un plan preconcebido para financiar sus desarrollo industrial, que terminaría en convertir a Europa en un solo continente, con un mercado entre ellos donde los aranceles y las fronteras desaparecieron para hacer lo que ahora son.
España, que ha sido el puente entre América Latina y Europa, porque nuestras costumbres y nuestros idiomas son comunes, avalaron a toda una ola de inmigrantes de América y del tercer mundo,  que permitieron que tanto como en España y los otros Países del Mercado Común Europeo, los recibieran para los trabajos de servidumbres y pesados, que sus nacionales no lo hacían porque su capacidad económica les permitía desempeñarse en otros campos de la economía.
Si a esto le llamamos modernidad, tal y como sucedió con "El sueño americano" en nuestro continente con los Estados Unidos, esa modernidad que les permitió una mejor bonanza en lo económico y en lo social, también desatarrían toda una horda de conflictos con los nuevos inmigrantes que también querían participar de ese desbordamiento de felicidad que lograban en sus economías.
Y con ellos, llegarían la droga, y como al estilo de lo que nos enseñó Hegel en su momento en sus contradicciones, la repetición de otras nuevas circunstancias negativas,  donde la historia parecía repetirse de otra manera, en una escala ascendente.
Los países con un mercado común, y una moneda fuerte como el Euro, afectaría los cimientos del desarrollo económico que lograron. Aunque Alemania terminó por pagar los daños ocasionados en la guerra a los occidentales, sintió también su quiebra cuando re unificó a Alemania Oriental con la suya, al hacerse cargo de todos sus paisanos que en la cortina de hierro estaban sufriendo el colapso del sistema socialista. También tendrían que recibir a todos los nacionales que en desbandada querían también vivir sus sueños de progreso y de bienestar que inspiraban Francia, Inglaterra,  y los otros países del Mercado Común Europeo, más los Estados Unidos que como potencias, a su antojo decidían quiénes debían gobernarnos en los países que quedamos supeditados a ser los subdesarrollados del mundo, a pesar de nuestras inmensas riquezas naturales.
La modernidad no llegaría sola a Europa. Nuevos conflictos y nuevas crisis sociales, ocasionadas por el desbarajuste de unas nuevas realidades. España que tuvo su momento, logró convertirse en la mira nuestros países latinoamericanos. El Boom del petróleo en Venezuela, y su descalabro económico, hicieron que los Europeos que llegaron a realizar sus sueños se regresaron para sus países de origen. Y ahora, cuando el telón de la opulencia ha caído por la quiebra de sus economías los nuevos nacionalismos han surgido, muy al estilo de lo que preconizaron los inspiradores de la segunda guerra mundial.
Una modernidad que ahora puede ser la consecuencia de la situación que ahora viven, mientras los inmigrantes sienten el peso de unas nuevas realidades que se asemejan más a las desesperanzas porque ya no van a poder seguir mandando el dinero a los nacionales de estos países, para que sus familias puedan sobrevivir, y realizar sus sueños de mejores bienestares de comodidades.
La modernidad nunca llega sola. Y en este caso para Europa, la época de las vacas flacas ha comenzado. Puede ser la quiebra de una moneda común, o puede ser solamente el ideario con que lograran sortear la crisis con nuevas medidas económicas para sus nacionales en las que según dicen los dirigentes de estos gobiernos, se apretaran sus cinturones.
¿Y de los inmigrantes qué?

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