Los hombres del presidente*

deautista | Miércoles, 14 de diciembre de 2011 | |

Hace casi 20 años me encontraba desbastado por mis penurias que iban desde el problema económico, mi soledad interior, y toda una vasta red de complotados que iban desde menesterosos, ladrones y pícaros, rufianes de poca ley hasta acaudalados comerciantes, políticos que creyeron conseguir conmigo una laureada oportunidad para convertirme en su chivo expiatorio, fuera de amigos y familiares a los que he considerado como los promotores de todo un incordio contra una persona en un afán desesperado por conseguirse algún estipendio económico.

Una historia que según mis cuentas comenzó desde niño, en esos extraños trabajos de psicología donde uno no es más que una especie de "Conejillo de indias" al cual mediante  los experimentos de Pavlot se le puede criar y formar sicológicamente con los complejos que los adultos reflejan. Debo de decir que agradezco a mis familiares más cercanos los conceptos de ser una persona generosa y altruista que quisiera que nadie sufriera el odio y el rencor con que he sido favorecido por otros que no solo me quisieron matar sino atormentar dentro de mi fuero interno.

Una pingue  herencia que mi papá no quería darme por que sus hijos y familiares lo presionaban me fue obsequiada por este, aunque ya sin embargo hubiera querido no darme nada por esas extrañas circunstancias que uno no entiende en su momento, pero que la vida a base de sufrimientos y por la misma edad le permiten avizorar cuál es el pensamiento de los hombres por su comportamientos y sus maneras de actuar. El comportamiento humano le da a uno los conocimientos necesarios para saber por qué actúan así.

Yo nunca lo entendí. Debo de confesar que desde niño fui criado mediante un extraño temor hacia lo desconocido, y en especial hacia lo que reflejara encuentros de más de una personas porque me intimidaban de tal manera que yo no podía hacer nada en esos complejos que describió Woody Allen en una de sus películas en que nos muestra una de las formas de autismo, y que unos amigos que tenían sus hermanos estudiando medicina en la universidad Nacional aducían que eran otras formas de esquizofrenia que no tenían cura médica, y que con los años se irían desarrollando de tal manera que se terminaba demasiado loco en un manicomio.

Hubo un familiar, sobrino de mi papá (Pajarito) al que vería en los años que estudiaba derecho en la universidad Libre, de quien los familiares decían que cuando había cambio de luna se enloquecía. Yo lo vi con una amiga (Anita) de la cual estaba enamorado, y profundamente loco, idéntico  a como anduve muchos años después, con la pequeña diferencia que a mí me estaban enloqueciendo, y no era casual. Eran unos de esos trabajos que uno no entiende en su momento, pero que con los años uno se vuelve ducho cuando ha sido zaherido por rufianes que han sido de ley, y que le han dicho historias baratas de política y de sucesos que muy posiblemente no pudieron suceder. Los seres humanos dan para todo. Hasta los rufianes muchas veces se consideran de ley, y entran a participar en esos esperpentos sociales donde  dicen que actúan a nombre de ella aplicando justicia.

Y no quiero enredar dichos conceptos. Uno no puede actuar a nombre de la ley para matar a otro, o para hacerle daño. En estas sociedades los seres humanos se inventan sus historias y le hacen creer que se es un degenerado, cuando en realidad los que lo dicen son los verdaderos rufianes. Engañabobos. Sin creer en sus propias historias, con ellas pretenden hacernos ver realidades que no lo son. Ya lo hemos visto con estos valores humanos de violencia que han creado durante todas estas décadas para  justificar muchas de las desgracias que hemos padecido, porque en esas ignorancias populares más de uno cree en esos cuentos, y he ahí que:
- ¡Sálvese el que pueda!

Como el gobernante de “La Leyenda del Dorado“. Como digo, mis penurias eran tantas, que había mezquindad de familiares y amigos que nunca lo fueron, y unos vecinos que creyeron que conmigo podrían conseguirse mucho a cuenta de otros. Y nunca me soltaron. No me han soltado -mejor dicho- porque todavía donde voy puedo sentir esa persecución miserable y ruin a la que he sido sometido.

En esas estaba, cuando conocí a Memín y a otros en la universidad Libre. Aquí en el Tolima en la universidad y en el magisterio ya había conocido a otros, pero no entendía cómo estando en uno de esos grupos que se decían de izquierda podrían también tener algo contra mí. Un muchacho que no entendía de la vida nada, que estaba manipulado por otros que se decían tener ideas de salvamentos y de justicias sociales, mientras otros que siendo adalides de la libertad de empresa y de las  ideas que estaban en esas toldas de los grupos políticos raizales del conservatismo y del liberalismo, le hacían creer que uno era el peligro para una sociedad.

Y sin embargo, en esas extrañas ironías de la vida, uno va descubriendo un extraño complot donde se le pretende hacer pasar como el peor de los rufianes, donde le rebajan la moral, y de manera muy bien orquestada le van haciendo creer que se es un enemigo de Estado, mientras los ladrones salen por doquier, y aquellas autoridades que uno considera nuestras propias defensoras, como seres humanos actúan contrariamente a lo que la ley estipula, y a uno le queda ese extraño sentimiento  agridulce de que son solapados, y  que cuando pueden actúan en provecho de sus propios intereses particulares sin importarles un bledo el sufrimiento que pueden causar a los demás. Y en esos enredos meten a familiares que también están detrás de lo suyo, y hasta los bienes que no son de ellos tratan por todos los medios de conseguirlos, así la propia vida de los desafortunados termine mal. En el cementerio, o en algún pabellón donde los idos de la cabeza nunca vuelven a tener la oportunidad de vivir lo que el lector de este blog está viviendo: 

Disfrutando la vida. Así sea de derroches y de sufrimientos. Y no lo puede hacer porque le forman un delirio del cual no se deshace nadie porque le montan su persecución, que es tan real, aunque  nadie lo crea, porque las autoridades están sigilosamente actuando para impedir que el secuestrado por los miedos provocados, logre andar libremente, como todos los humanos nos lo merecemos. Estos, a cuenta de sus propios intereses para impedir que sepan sus bellaquerías, actúan y meten a más de uno en esas persecuciones que van desde las improvisaciones de los que quieren actuar a nombre de la ley, y ahí es cuando aparecen a relucir los verdaderos delincuentes que quieren hacer el favorcito a aquellos que se lavan sus manos.

Aquella película de “Todos los Hombres del presidente”, cuando Dustin Hoffman y Robert Redford haciendo el papel respectivamente de Carl Bernstein y Bob Wodward  los periodistas del Washington Post logran desentrañar la conspiración del Watergate en los estados Unidos, en donde el F.B.I. y la C.I.A. colocaron micrófonos para hacer reelegir a Nixon terminan siendo víctimas de un estado que los persiguió para impedir que se supiera lo descubierto por ellos.

Un presidente que abrió el camino a las relaciones estadounidenses con China. Que murió enfermo del Parkinson, y quien además fue perdonado por su sucesor Gerald Ford.

Nadie me va creer esta historia que sigue, pues hace parte de las historias de un paranoico que ha sufrido toda una ordalía de persecuciones subrepticias, pero que en cierta medida tienen algo de semejanza a esas persecuciones que en apariencia no lo son para el común de los ciudadanos de bien. Un loco, dirán éstos. Pero la realidad es otra. La de un autista que es muy fácil hacerlo pasar por loco. Puro cuento.

Entre la cordura y la razón, hay otras cosas que merecen contarse muy al estilo de “Los hombres del presidente”. Así lo llamo yo, que soy un ciudadano del común, pero que es consciente de todos los oprobios a que ha sido sometido. Los hombres del presidente, merecen un acápite especial, pues es contado por un supuesto esquizofrénico.

*En si no se trata de la película de “Todos los hombres del presidente”. Es más bien una ficción basada en hechos reales muy difíciles de probar.
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