Supercherías 3

Hay que decirlo tal como son nuestros imaginarios: "Creemos en brujas".
Lo que no obsta para decir que con ese cuento viven más de uno. Con sus historias aturden, conmueven y crean ese espejismo en el que aunque los que fueron zaheridos por éstas, aparecerán muertos. Al creernos esos cuentos, nos olvidamos que en esos laberintos mentales, lo que ha sucedido es que sus asesinos tratan de esquivar la ley de los humanos. Se las achacan al más allá. Estos infundios cualquiera se los cree. Algo parecido a lo que nos dicen sobre las limpiezas sociales. Los acusan de todo lo mal habido y por haber, cuando en realidad son victimas de la drogadicción a donde lo pudieron llevar su baja autoestima, y posiblemente fueron víctimas de un complot orquestado por los mismos familiares que desde niños les hicieron creer todas sus bellaquerías, y de esa manera los colocaron en contra de sus padres. Les inculcaron el  rencor y la rabia. Ya Hitler lo hizo en su momento, cuando les quitó los hijos a sus padres y los educó para la guerra. Sugestionados como zombíes   actuaban en la defensa de su fuhrer, y mataban y se hacían inmolar por las órdenes de éste. Sus dueños psicológicos lo único que hacían era darles las órdenes de lo que tenían que hacer. Así son éstos Superchiceros.
Unos imaginarios que no se dan gratuitamente, sino que obedecen a toda una parafernalia en la que hay presiones sicólogicas, humillaciones descaradas en la que toda una familia y vecindario actúan convencidos que ese es el derecho que ellos tienen en estos países donde convergen la pedantería, la delincuencia, la avaricia, y la putrefacción de esas fuerzas que llamamos oscuras. pero que ante la tozudez de los hechos, solamente se le pueden achacar a esos imaginarios que se aprovechan de lo que el Estado de derecho les ha dado. Abusan del poder y actúan como amos y señores. En contubernio con particulares se convierten en las peores pesadillas que cualquier ser humano pueda tener. Con los años uno se encuentra que detrás de lo que le pasó, no fueron más que unos familiares que instigaron a los delincuentes, y que rufianesca mente se apropiaron de lo que no les pertenecían, incluso con la vida de las personas.
Y en esas actuaciones que vengo diciendo, uno se da cuenta que ha sido sometido a un complot en la que como conejillo de indias ha sido sometido en su inconsciencia a las peores aberraciones sicológicas, pues los instigadores más que rufianes en su vida personal así lo ameritan.
Es como si mujeres que fueron violadas en su niñes, se creyeran que hay que hacer lo mismo con los hombres; y de maneras descabelladas ejercen su dominio sobre los que las aman y los rodean para instigar a más de uno a que cometan felonías, incluso mediante esos imaginarios al hacerles creer que se van a ganar algún premio, intrigan para que violen e intimiden sicológicamente de manera desbordada por sus propios familiares.
Esos son los más bellacos por que se les sale sus rencores y sus odios que nos dejan ver que pueden ser no solo criminales, sino ladrones que en esas noches que cuando  la vida les da una oportunidad, saquean y matan.
Pero como en el caso que vengo diciendo. usted oye la voz de un ser querido cuando dice:
-Papi, no.
Es de madrugada, como venía diciendo. Sale a tomarse un tinto, aunque lo puede preparar en su misma casa. Se siente atropellado por estos vecinos rufianescos que como buenos ladronzuelos no saben qué hacer para sacarlo o matarlo de la casa en que vive. Y son de ley. Una ley trampera porque ofenden a los ciudadanos de bien, y le hacen creer que se está loco. Así como también a los que los rodean. Son conspiradores, y en nada se diferencian de los que atracan en las calles.
Usted sale de ña casa a las horas que digo. mientras un Pinzón que es gendarme y hace poco ha comprado una de las casas del interior donde vive, en su carro rojo lo está como esperando, y sus placas AUC con sus letras se hacen alusivas a lo que los periódicos informan sobre ciertas organizaciones que pueden ser ciertas o no, pero como el poder de la palabra los hace célebres, intimidan. Lo ve cuando otro en la esquina de aquella cuadra lo está esperando y le pide un cigarrillo.
Usted no fuma, pero ahora se le ha dado por salir frecuentemente  muy temprano a fumarse un cigarrillo y a tomar un tinto.
Le pita, y le hace creer que está ofendido.
Aquel que le pide el cigarrillo es un muchacho de esos que merodean por las calles, y todo mundo sabe que es un vicioso.
Aquel Pinzón quiere hacerle creer que es lo mismo que él. Usted sigue por esa calle 27 sur del barrio Centenario hacia la autopista del sur a tomarse el tinto y oye la voz de su hija:
-No papi.
Está loco.
Y sin embargo, como en el caso mío, no cree en fantasmas ni en el más allá de las brujas en sus aquelarres a pesar que está sometido sicológicamente por las amenazas que a diario le hacen aquellos sapos y dueños de calles que como delincuentes se saborean con los indefensos, supone que de eso no se trata.
Articula mentalmente todo lo que le ha sucedido. Unos pocos años antes tuvo la ocasión de sentir y vivir uno de esos temblores que se dieron. Vio en instantes cómo ondulaban las calles como si hubiera pasado una culebra reptando. Unas calles de cemento que nadie las vería así en instantes de un segundo. Un leve mareo que sintió mientras las gentes salieron de sus casas a las calles, y solo quedaron los cables de la luz retumbando mientras los pitos y sirenas parecieron inundar todo el rededor. Un leve mareo que sintió porque sus sentidos quedaron expuestos ante lo sufrido por la naturaleza y que solo se compara con lo escuchado en esa madrugada. Aquí no había más que lo oído  por sus sentidos dentro de su cerebro, pero que ese sonido fue tan fuerte como si en verdad hubiera retumbado por dentro, y que a diferencia de lo que Usted escucha por los altavoces, usted es la víctima y sus amedrentadores utilizan la tecnología. Solo la víctima y sus victimarios lo saben, y lo hacen a diario en las calles descaradamente. 
Un ultrasonido que por las varillas que tiene, o por la sensibilidad de sus nervios auditivos , aquella voz pasó idéntica a lo vivió en las calles cuando aquel temblor se dio.
No sintió miedo, porque intuyó que había sido obra no de un brujo ni de nada que se le pareciera.
Una operación secreta contra un pobre y desvalido diablo al que querían enloquecer y matar.
Y así su hija para usted estaba secuestrada por aquellos que supuestamente eran de ley, porque a ningún otro podría achacarle semejante tipo de trabajos que se parecen más a aquellos experimentos hechos por fuerzas gubernamentales.
-¡Está loco!¡Está loco!
Dirán más de uno. Yo en cambio digo lo contrario. Los locos son otros, porque son perversos.
-¡Secuestradores! Dirá “El Embrujado”. Devuélvanme a mi hija.
Cómo pueden unos gendarmes secuestrar a una hija delante de todo el mundo, y hacerla aparecer como si no lo fuera.
Tal y como lo viene contando el personaje de Crónicas gendarmes. “Esto es un secuestro de familia”.
Yo me atrevo a explicarlo tal y como él lo cree. Es cierto.
-¡Hey! Familia. Libérenla.
O quieren que cuente cómo la han tenido secuestrada. Estoy por contarlo.

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