Supercherías 4

Para los que vimos cine en la década de los 70 del siglo pasado, quién no recuerda la historia de Adela H de Truffaut, una de las hijas de Victor Hugo que por ese amor imposible de una muchacha con un teniente británico termina ida de si misma en su obsesión por lograr sus deseos. Lo persigue en las guerras que éste libra sin que él se enternezca por ella, mientras el director nos va mostrando a la escritora que hay dentro de esta bella muchacha que solo quiere poseer para si. Es la hija de aquel escritor que vivió todos los  acontecimientos históricos con que nos ha marcado aquella generación de los tiempos de la revolución francesa, las de los enciclopedistas como Rosseau o Diderot,  la de Robespierre, la de Alejandro Dumas, o la Comedia humana de Balzac.
Aquella muchacha esta ida, y como tal hace parte de lo que acontece en en las guerras en las que las personas pierden su razón de ser y terminan obsesionadas por esos mundos que se creen, y aunque no sean ciertos, quieren vivirlos. Así se les va sus vidas. Supercherías en aquellos tiempos en que a los locos se les perseguía o se les encerraba como a cualquier animal, sin que hubiera una ley que los protegiera. Una sociedad que estaba convencida que estaban así,  porque el demonio
se les había metido en la cabeza, o porque una bruja recalcitrante y malévola le había instaurado todo un infierno en sus cabezas. Tal vez por eso Dante mandó dentro de sus escritos a los que deberían estar en esos infierno, porque realmente eran los causantes de semejantes oprobios. Aunque no sabemos cómo Adela  llegó a esa situación mental, ahora si podemos intuir que a pesar que los tiempos han cambiado, no es tan difícil enloquecer a una persona y llevarlo al cementerio.
Así como pasa con los que han hipnotizado, pues por sus condiciones psicológicas y mentales de sus estados nerviosos, solo ellos pudieron quedar en las garras del hipnotizador, mientras que a otros no les sucedió lo mismo. La cordura.  Tal vez hay otros que la manejan muy bien, mientras que otros no. Y bajo esas circunstancias fácilmente son presas de aquellos que se quieren saciar para satisfacer sus instintos de perversión o de maldad, en la que juegan con sus víctimas hasta lucrarse con ellas.
No es un trabajo tan sencillo como cualquiera cree, pero los que lo hacen son unos expertos porque los conocen desde niños, y en esos ardides juegan con sus progenies constriñéndolos y amenazándolos, en la que éstos actúan como brujos donde muestran sus dientes disimuladamente, lo amenazan sutilmente, y lo ponen a hablar solo, y hasta lo pervierten cuando saben que dentro de sus contradicciones sicológicas su mente está adormecida por alguna sustancia sicótica que le están dando subrepticiamente, porque ya estos personajes saben cómo hacerlo, mientras toda una banda de rufianes actúan en complicidad hasta ver envilecida a la persona.
Así creo que lo ha vivido “El Embrujado” en sus Crónicas Gendarmes  cuando entendió que su hija estaba secuestrada por sus mismos familiares, y que respecto de lo sucedido a él cuando casi lo llevan hasta el manicomio, se encontró con toda una banda de perfectos truhanes que pareciendo de ley, no eran más que unos desventurados que aprovechándose de los pocos conocimientos de sus víctimas, les quitaban hasta sus vidas en unos trabajos que parecían ser de toda una vida, en unas extrañas marcas policíacas donde los ladrones y los viperinos no dejaban de salir a donde fuera, como si el infierno fuera el mismo que nos ha descrito Sefirrelli en en sus películas, y que no es más que la descripción de una sociedad toda carcomida por las ambiciones de unos personajes que aparentando ser de ley a todos les hacen creer que está loco, que es un sin vergüenza vividor, cuando en realidad termina comprobándose que en esos vericuetos mentales a que se ven expuestas las personas terminan mal.
Así lo creyó el Embrujado que digo. Comprendió que su hija había estado secuestrada, y que él mismo lo estaba, mientras todos estos aquelarres pretendieron matarlo de muchas maneras, y con los años cayó en cuenta que seguramente había un intento de lucro en esos trabajos que para cualquiera son de superchiceros, pero que para él no eran más que la amenaza sutil, de unos descarriados que aunque fueran de ley o de familia no eran más que unos villanos. Es una lástima que contra este tipo de trabajos psicológicos en donde está el intento de asesinato y la amenaza sutil y descarada de los que lo vilipendiaron, le muestren sus garras tan tranquilamente, que lo amenazan mediante sus hijos, y usan a todo un vecindario.
-Esta loco, dirán otros.
Mientras se le burlan en la cara, y le preguntan qué es lo que tiene.
En Bogotá vi a muchos de ellos mientras tuve que vivir mi propia pesadilla por cuenta de estos mendaces que no se merecen ser de ley, y que si lo fueran, e incluso pensionados, debería existir una ley mediante la cual perdieran su pensión y su propia reputación, porque le hacen un daño a la sociedad, y porque parece que ese ha sido el trabajo que mejores frutos les ha dado. Quedan con casas. En todos los negocios se les rinden honores, y los pelafustanes que ve los han adoptado y los utilizan para usarlos contra otros. Cuando se cansan o no los necesitan los matan en medio de sus delirios y sus enajenaciones psicológicas.
-¡Hey, familia!
Así alcanzo a escuchar al Embrujado en medio de mis presiones psicológicas de unos vividores.
-Liberen a la hija. La tienen secuestrada desde niña.
No se hagan los desentendidos porque ya el Embrujado lo entendió.
-¡Farsantes!
Quién sabe en que terminará la historia del Embrujado. Yo en cambio he terminado por comprender el complot. Lástima que aunque nos hayan tratado de matar uno tenga que callarse.
Así he visto a muchas señoras que hablan solas, y a otros que deambulaban por esas calles, igual que lo que le sucedió a la hija de Victor Hugo. Así cualquiera se puede topar con esos  intelectuales de la muerte que dan nauseas porque lo hacen tras bambalinas.
-¡Brujos de medio peso!
La voz era cierta, y lo hicieron usando muy probablemente algún recurso tecnológico del Estado. Muchas veces oí cuando decían:
-Instalen la red.
Y en verdad que así lo hicieron en aquella maldita casa que “El Embrujado” nos está contando.
Aunque no me crean. Otro día será.

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