Benedicto XVI en América

Nadie duda que la visita del Papa Benedicto XVI a México y Cuba fue mejor de lo esperado por sus contradictores. Qué quería además de dar una ayuda a la popularidad de Felipe Calderón o coadyuvar a que los Castro en ese margen de cambio que los tiempos han permitido que ciertas formas de propiedad privada y de libertad individual se den en este país antaño socialista con su presencia, los dos estados vigoricen la influencia católica en medio de toda una andanada de contradictores que querían que interviniera para recibir a los indignados por las tropelías cometidas por la congregación de Marcial Marcel y sus abusos cometidos no solo por su doble vida en la que se le acusa de además de tener varios hijos, y haber abusado de dos de ellos, y de cómo las mujeres en la congregación que forjó fueron las más sufridas y abusadas, mientras su silencio no ha sido más que la complicidad, ya que los seguidores de “Los legionarios de Cristo” según muchos de los periodistas que han investigado sobre dicha congregación,  cometió más de un abuso,  aunque hayan sido los abanderados de conseguir los mayores aportes económicos para las rentas de la iglesia.  Un silencio en el que solo logró que fuera bien recibido por el gobierno mexicano en medio de toda una muchedumbre que nos recuerda que los manejos políticos van mucho más allá que lo que una religión preconiza.
Si Juán Pablo II supo manejar con su carisma la influencia de una religión en los pueblos de los países con los cuales tuvo acuerdos religiosos y políticos, Ratzinger a pesar que se le ha tildado de conservador dentro de la élite eclesial por sus posiciones sobre temas álgidos como son los del reconocimiento de los homosexuales y el aborto, ha terminado por demostrar que en sus relaciones como jefe de un estado, como lo es El Vaticano, ha salido bien librado porque su presencia hizo desbordar a las multitudes en México y probablemente los hechos sucedidos no alcanzan a socavar el ministerio de la fe católica que quiere impedir que nuevas sectas religiosas influyan en la orientación del estado, porque está interesado que la religión católica sea reconocida en los colegios de un país laico .
Y a pesar de su crítica desde el avión que lo llevaría a Cuba sobre el marxismo, y de no atender a las mujeres de blanco que representan la intransigencia de un estado que ha tenido que venir reconociendo el papel de la individualidad y la propiedad privada para incentivar el desarrollo de una economía bloqueada que necesita de la libertad de expresión por encima de una ideología, y que por ese sincretismo de unos católicos enraizados en la Santería que si estuviera vivo el médico colombiano Manuel Zapata Olivella que tanto escribió sobre Lemayá y sus orígenes, y la influencia que han tenido los Borujas sobre la sociedad y el papel que la africanidad  juega en los pensamientos de los católicos en Cuba, tal vez hubiera sido el primero en apostar al encuentro que sostuvieron los Castro con el Papa.
Las damas de Blanco no tuvieron su entrevista ni mucho menos los católicos que exigen resarcir los daños del cura pederasta, pero a pesar de todo, como en los tiempos en que otro papa hizo que el Vaticano se convirtiera en estado, su llegada a América logró parte de su cometido. Hacer valer el papel que juega una religión en nuestro universo, y exigir la que la religión sea beneficiada por los poderes del estado para ayudar en los problemas que ahora nos atañen, y pedir como lo hizo su antecesor que logró que en Cuba el 25 de diciembre fuera un día de festejo religiosos, al solicitar que el viernes santo también lo sea.
Tal vez otros cambios se den, pero el hecho que el Papa conservador en esas relaciones de estado supo conciliar lo que parecía irreconciliable. Una iglesia que también quiere participar de los cambios que se dan en estos países. Y seguramente que lo logrará.
¿A dónde queda lo del Papa conservador?
Si ha demostrado que en sus relaciones políticas todo se puede.
Hasta los que conciben un estado ateo, han terminado por aceptarlo.

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