Los intelectuales de la locura y...



Escrito por: jesusantog el 19 Oct 2008 - URL Permanente  Escrito en el país.com
Publicado en esa época el El País. es

... la muerte. Decía que son algo parecido a lo que decimos de las brujas.No existen, pero que las hay las hay. Tal vez Ud.no haya vivido ese tipo de trabajos. Sigamos suponiendo. Cuando estaba niño, yo salía a comprar el mercado de la casa por cuenta de mi mamá,y en el camino me entretenía mucho rato. Si se leyó a Cien Años de Soledad, y recuerda bien el personaje de Melquiades o de todos los que componen esta obra maestra de García Márquez lo comprenderá. El realismo mágico. Yo me entretenía viendo a los culebreros de aquella época que con sus palabras nos sugestionaban y nos entretenían mientras los adultos caían en las redes de sus voraces lenguas conjugadas con su histrionismo que los hacían tan convincentes que ni los prestidigitadores más famosos se pueden comparar con éstos. No sé, si en Europa,o en España todavía existan. O para poner un ejemplo, los gitanos sigan siendo tan convincentes como para ir a las barriadas en grupos,a hacer sus trabajos de adivinadores en donde el público los rodea para conseguir sus vaticinios, y para así de esta forma salir airosos en esos trances del destino. Supongo que los teatreros y los mimos los habrán desplazado en esas tierras. Por aquí todavía vemos a los culebreros, casi con sus mismos rituales, en donde se paran en una acera de la calle, y comienzan con su show. No son tantos como antes pero algunos continúan con esta labor. Yo me quedaba absorto, hasta que estos acabaran con su función. Por lo general hacían sus gestos de dramaturgos mientras el comediante de turno colocaba una caja pequeña que contenía una serpiente cascabel, e inducía a los transeúntes para que nos hicieramos alrededor de él, mientras cogía una hoja del periódico y lo enrollaba a manera de un cohete diciéndonos que lo veríamos volar, o con el cuento de aquel billete que rompía en pedacitos con una tijera con sus manos mostrándolo ante la gente que se aglomeraba, lo reharía de nuevo. Y para ser más efectivo en su arte de convencimiento,decía:
-Por los polvos de la madre Celestina,que unos pasan por arriba y otros pasan por debajo...
 
En una larga retahíla que nos iba conduciendo mentalmente hasta que nos olvidábamos que iba a hacer volar el cohete de papel periódico, o simplemente nos volvía a mostrar completo el billete que antes había convertido en pedazos. A veces aparecía otro con la supuesta cabeza encogida de algún brujo indígena dentro de una bola de cristal que la albergaba, y hacía que los presentes que querían leer su suerte,revisaran que no había nada escrito en una pequeña hoja de papel en blanco que pretendía meter por una ranura dentro de la urna de cristal, y la metía en un sobre procedía en la susodicha abertura  durante unos segundos, los suficientes para que cuando sacara el sobre al abrirlo, apareciera escrito el acertijo de su futuro que siempre sería muy halagüeño. O si no, nos sacaba la culebra que tenía en la pequeña caja de madera, se hacía morder con sus colmillos que mostraba ante los que lo mirábamos asustados, y procedía a echar en un vaso con agua uno de sus famosos cascabeles, rezando para que los ados de los dioses bienhechores favorecieran a los que habían ofrecido una moneda o un billete, mientras que con su arte de taumaturgo o de brujo el agua cristalina se transformaba de un color cristalino a otro. Si era rojo, nos decía que habían maleficios productos de enemigos que enturbiaban el agua, y el cascabel de la serpiente con su rezo lo protegería a uno de sus enemigos personales. Cuando el agua quedaba cristalina aquella moneda u objeto que hubiéramos entregado, quedaba como amuleto que nos protegería de ahí en adelante contra todos nuestros supuestos enemigos. Y... entonces venía el final de la función en la que los interesados en recibir el amuleto levantaban la mano, y aceptaban en recibirlo a cambio de algún valor que éste proponía. Y otros, se quedaban un tiempo más para alguna consulta personal que el brujo resolvería por un estipendio mayor que el anterior, pues no todo era gratuito, y sus fieles seguidores así lo entendían.
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