Los intelectuales de la locura y..


Escrito por: jesusantog el 26 Oct 2008 - URL Permanente Escrito en el pais.com

Publicado en esa época  en El País.es

...y la muerte. Claro que terminaba mucho mucho rato entretenido en estos quehaceres mientras mi mamá esperaba que regresara con el mandado de la plaza de mercado. Y hay que decir que siempre eran los domingos que eran cuando ella descansaba de su trabajo. Pero a uno le queda la preocupación al no entender lo que aquellos brujos hacían. Me iba entonces a la calle 14 con 2a. adonde los libreros que nos entretenían con sus libros de segunda, y uno buscaba aquel que le interesaba y lo cambiaba por otro. Claro que en este caso buscaba los de magia, los de hipnotismo o magnetismo. Eran muy populares. Ya en la casa nuestro cerebro se adentraba en esos mundos recónditos, buscando la clave que nos permitiera descifrar esos artilugios que usaban dichos personajes para saber el encanto de sus subterfugios, y así saber cómo esos imaginarios rondaban en nuestras cabezas.
 
Windous NT Ibagué
Hace muy pocos años, después de haber sido sometido de manera bárbara por los personajes que yo llamo: "Los intelectuales de la locura y la muerte", así Ud. no me crea pues soy un pobre esquizofrénico que desde niño, por mi condición autista, o porque otros así lo decidieron; tal vez del más allá, dirán los que lean esta extraña disquisición; esos libros que leí de niño, resulté vendiéndolos no hace muchos años, y entendí que todavía hay mucha gente que cree en ellos. Magia roja, magia negra, y otros libros de muy extrañas supercherías que lo único que hacen es atiborrar con sus enredos las mentes que por su propia condición creen que con ellos pueden solucionar los enredos de los demás o de los suyos. En medio de semejantes teorías muchos terminan haciendo el papel de brujos. Y los hay de todas las clases sociales. Por lo general en las mentes incautas de los hombres facilitan estas ideas para que los marrulleros desborden su avaricias. Y en las mentalidades femeninas, casi siempre ellas culminan por ser fieles seguidoras de los consejos que dichos libros tienen. Seguro que no me creen. Hace muchos años, precisamente en Ibagué, una amiga profesora, de aquellas mujeres que inspiran simpatía ante quienes la rodean, a quien muchos años antes la había conocido como persona culta que por su propia condición inspiraba que su noble función de educar e instruir la hacía merecedora con orgullo de su culta profesión: Ser forjadora del futuro de nuestra sociedad. Sin embargo, tal vez por mi propia condición, o por esa extraña empatía que a veces fluye por nuestra sinceridad, terminó por mostrarme su santuario. Su anti religión, digo yo. O yo qué sé. En una pared, en el interior de su casa, pude intuir que ella celebraba los extraños ritos de lo que comúnmente decimos de brujerías. Fotografías de aquellos indeseables para ella, cruces invertidas, floreros con las supuestas ramas de las yerbas que éstas utilizan para sus embrujos, y a mi me dio una idea de la condición humana en estas mentes, y en las que pueden caer los que sucumben con sus consejos, en medio de sus enredos y sortilegios para favorecerse de los espirítus malignos. Cuando estaba niño, yo me entretenía con una bola de cristal transparente, de esas pequeñas con las que jugábamos con los compañeros de clase, mejor dicho las canicas; y trataba de vislumbrar el futuro concentrándome de tal manera que el tiempo no era nada para mí en ese extraño experimento. Y nunca pude ver nada. Después supuse que existían trampas porque descubrí que con el zumo de limón, si es que no estoy equivocado yo podía escribir sobre el papel lo que quisiera; y que al meter dicho papel en la abertura de la bola de cristal adonde se encontraba el presunto cerebro del indígena, el calor permitiría que apareciera lo que antes no se veía escrito. ¿Magia, verdad? Pero en fin, de lo que se trata es esos imaginarios que nos formamos los humanos que pueden convertirse en perversos al influir en la mentalidad de los demás. Ante aquellos que sucumben, por que irremediablemente quedamos en manos de gentes que pueden hacer con uno lo que les venga en gana. Terminamos consultando todo lo qué queramos hacer con ellos. Muy parecido a los oráculos de los Romanos. Acaso, luego no fue Julio César el que consultó ante sus dioses sobre la traición que se cernía con los idus de marzo. No hemos cambiado mucho. Los intestinos de los animales, y el color de ellos al llevarlos ante el fuego, hacían presumir a los brujos de entonces el futuro que se cernía sobre ellos. De esa manera se acudía ante esos seres para que los ayudaran a no sucumbir ante esos augurios siniestros. Los brujos de ahora, nos leen las cartas, y si los llamamos por vía telefónica, nos preguntan el por qué acudimos a ellos. Seguramente cuando lleguemos a su consultorio nos informaran de un familiar, de una escritura oculta, de unos vecinos malintencionados, o de cualquier otra perogrullada basados en lo que nosotros les hayamos podido decir. Nos hablarán del número de la suerte, y si es del caso irán extendiendo su consulta para indicarnos con qué yerbas podemos bañarnos, mientras nos estiraran sus manos hambrientas hasta desocuparnos los bolsillos. Algo parecido a esas nuevas religiones que surgen con sus pastores ávidos de los bienes terrenales, mientras nos hablan del más allá. Y claro que todo cabe cuando ignoramos de esas triquiñuelas. En fin hemos llegado a lo que vulgarmente llamamos lavados de cerebro. Cada uno de nosotros es un mundo con imaginarios parecidos. Pero adonde iba, era ha...


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