El arte de enloquecer 10

Escrito por: jesusantog el 11 Dic 2010 - URL Permanente en El País.com

Publicado en El País.es
A veces he creído que he tenido mis policías particulares. Mis ladronzuelos particulares por no decir que mis Celestinas y rufianes que como corsarios salieron a ver que pescaban en estos ríos revueltos. Y estoy casi seguro que así, lo es. Claro que estos personajes se ufanan porque creen que lo tienen todo a su favor. Hasta a sus hackers y los sapos que como los renacuajos merodean en estas aguas llenas de almizcles de todos los pelambres. Para estos personajes que consideran que los esquizofrénicos somos así, se le burlan a uno en la cara y lo amenazan enviándole a sus mendaces, como diciendo:
- Si lo hacen bien, los premiamos. 

Aunque nunca lo entendí, ahora sé lo que es un complot de policía en un país adonde la corrupción se nos hace tan normal, que se nos parecerá raro el día en que no nos cuenten esas historias que a diario oímos por la radio, por la televisión, y que también lo leemos en los periódicos.

Son tan subliminales estos trabajos que pasan tan inadvertidos, que todos terminamos paranoicos. Y son trabajos sucios por no decir que cochinos. Personajes que no tienen más que una vocación de utilizar los recursos del Estado en su provecho, mientras nos confunden con sus historias de ser los más honestos y los más responsables cuando en realidad están atizando a esas mentalidades diabólicas para poder conseguir sus fines "Makiavélicos".

Estando en Venezuela la primera vez que se utilizó este sutil arte, lo hizo doña Lilí, la partera que me trajo a este mundo, cuando le dijo a una de sus amigas mientras yo me encontraba buscando entre mis corotos personales, unos dólares que a ella se le habían extraviado, y que según su forma de pensar yo era el ladrón. Cuando los encontró en su apartamento en pleno centro de Caracas, en Palos Grandes, después de haber revolcado ella misma en todos sus enseres personales, no sabía qué decir. Y sin embargo ya a aquellas amigas, les había dicho:
- Así lo crió su mamá.

Y yo sin embargó que miré para responder a lo que decía, convencido que esas palabras iban dirigidas hacia mí, me encontré con unas caras dulzonas de unas mujeres que muy risueñas hablaban sobre otros temas, pues en su parloteo como buenas amigas, aparentaban estar hablando de otras cosas. Con lo que me pasó cuando llegué después a Bogotá, quise suponer que solo había sido un desliz de una persona a la que consideré la mejor amiga para mi familia, y por ende para mí. Creo que era el penúltimo diciembre que viví en Venezuela. Aunque por esas cuestiones de la sicología, después que durante estos veinte años o más, de manera consuetudinaria se han utilizado todos estos recursos de manera mordaz, por algunos familiares, y por personajes que han rondado entre los de ley, y vulgares delincuenticos de calles que incluso aparentan muy taimadamente, ser unos vendedores de los mejores que me recuerdan a Omandino, o un Dalie Carnegie sobre este arte que es considerado como el de los mejores en "El arte de Vender". Y cuando mentalmente me los figuro, no son más que apariencias porque obedecen a esos mendaces expertos en el arte de enloquecer. Un buen tiempo después, para ese diciembre que digo, me obsequió un rico manjar. Según me dijo era pavo. En una bolsa, después de haberlo sacado de la nevera, me lo entregó, y me dijo que me apurara porque el calor de la playa lo podía dañar. Cual no sería mi sorpresa cuando llegué a Catía la Mar con lo que doña lilí me había obsequiado para celebrar la navidad: Puros huesos. Y creo que me estaba enviando un mensaje que todavía no tengo bien claro.

Nunca la volví a ver, y después de muchos años de haber sucedido ésto, supe que se murió debido a una infección de una bacteria que consiguió en una piscina en Santo Domingo adonde una hija la llevó de paseo.

Al llegar a Bogotá, por la octava con 16, más o menos adonde se encuentra la Cámara de Comercio de Bogotá, otro que pasaba al lado mío, me dijo:
- Se va a morir.

Enseguida traté de seguirlo a ver por qué me decía ésto, y sin embargo este siguió tan imperturbable que me convenció que en realidad posiblemente yo estaba escuchando voces. Todavía no había leído nada sobre el alcoholismo y la esquizofrenia, temas que me leí en la Luis Angel Arango, después de que salí muy ido de la cabeza, y que cuando volvía para terminarlos de leer, al otro día eran negados porque según aquellos empleados estaban en préstamo, incluso de electrónica cuando traté de montar una academia que enseñaba las mas rudimentales técnicas de electrónica, electricidad, y plomearía para aquellos que teniendo sus casas no sabían hacer ninguno de estos arreglos; y que fracasó porque en la casa que yo llamo "Embrujada" estos extraños personajes se deleitaron de lo lindo no solo persiguiéndome y amenazándome, sino probablemente utilizando sus recursos sibilinos impidieron que no volviera a tener ningún cliente después de haber llenado todo el centro de Bogotá con mi publicidad en los postes.

Lo de las voces, se fueron haciendo tan frecuentes, que yo creí que me estaba enloqueciendo. Y ahora puedo decir que no todo era así. Otros lo estaban haciendo en esas calles por cuenta de otros, y se necesitaban muchos más recursos de personajes y de técnicas para poder conseguir su propósito.

Una amiga, que me recuerda a M. la secretaria del jefe de 007, el agente Bond al servicio de su majestad la reina de Inglaterra, me pidió el favor que le ayudara en unos trabajos que tenía con el Distrito. Yo me presté, pues ya había perdido parte de una herencia que terminó convirtiéndose en una especie de maldición, pues desataría todos los vientos macabros de esos delincuentes que lo saben todo y manejan las calles, y conocen tan bien a las personas, que en realidad uno termina por creer que son brujos, y que el común de los mortales decimos que saben de pócimas y de trucos, y que de maneras sutiles utilizan a las Celestinas, a los drogadictos, para lograr sus propósitos; y que como ángeles guardianes del averno, en esa red de "cruac cruacs" de los renacuajos, uno termina ido de la cabeza, bien aporreado y casi muerto por los sustos a los que son sometidos las personas.

En Venezuela estudiando libros de electrónica conocí y estudié de aquellas maneras como se pueden hacer transmisores que emiten ondas de ultrasonidos que son inaudibles para el ser humano, pero que para las moscas, los ratones y otros animales que diezman a nuestras poblaciones, utilizando ciertas frecuencias se les podría espantar.

Se trataba de un contrato que ella tenía, y coincidencialmente uno de sus hijos en unos de los colegios había conseguido uno de los susodichos planos, y trataba de utilizarlo para espantar las moscas, en medio de un cultivo que trataban de hacer de lombrices para utilizarlas como carne en la fabricación de hamburguesas, y que son muy comunes en la Francia de De Degaulle.

Yo dí con el clavo. Una de las resistencias, su watiaje era muy bajo, y por su recalentamiento éste transmisor no funcionaba. Lo que hacía que el propósito del cultivo de lombrices en medio de los desechos provenientes del Abastos de Patio Bonito solo sirviera para alimentar a éstas y no para lo que se quería, que era la de la producción de lombrices. Al aumentar el watiaje de la resistencia, el transmisor funcionó. Lo que yo no sabía, y solo después de muchos años, cuando me leí aquellos libros en la Luis Angel, tratando de descifrar lo que había vivido, y a pesar que durante todos estos años, estos rebuscadores  de la imaginación, me fui formando una idea, una idea nefasta en la que se utiliza no solo a los ventrílocuos como lo he contado, a los personajes de calles que le hablan disimuladamente en los oídos, al miedo que le van creando mediante la provocación, a la impostación de mensajes subliminales con cosas que le hacen en la calle y que después se la repiten en la casa (como en la casa embrujada) adonde un vecino, un rufián, trata de repetirle lo que le han hecho. Y gracias a la blasfemia, uno en esos negocios donde se es conocido, se parece más a un rufián que a una persona de bien, y más a un depravado como realmente estos deben serlo. Uno está condenado por toda  una pleyade de agentes subrepticios, a lo peor: "A la locura o a la muerte", mediante el desprestigio. A las bribonadas de los acuciosos rebuscadores y pillos de calles, y comerciantes inescrupulosos.

Lo de las ondas hertzianas no son ningún misterio. Es una tortura y una felonía. Como diría uno de esos paisas que he conocido:
- ¡Abejorros!

Será para la próxima.

http://myspace.com/jesusantog

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