El arte de enloquecer 14

Escrito por: jesusantog el 15 Mar 2011 - URL Permanente en El país.com

Publicado en esa época en El País.es

Quién no recuerda a la película "El Padrino" con Marlon Brando, Al Pacino, Diane Keaton, y otros actores famosos que convirtieron esta novela de Mario Puzo en una de las más leídas. Y claro, que como en el caso mío, no tuve la fortuna de leer en su momento innumerables críticas en los suplementos literarios, y verla en el cine. Marlon Brando, el actor que en su momento nos deslumbró con Elizabeth Tailor, a Diane Keaton que con Woody Allen nos metieron en ese mundo neoyorquino de este judío a quien tanto le debemos por su crítica al estereotipo de vida en los Estados Unidos, o  Al Pacino que nos ha dejado entre sus pocas participaciones dentro del cine a "Tarde de perros". Aquí en esta película dentro de todo ese mundo gansteril que nos describe, nos muestra cómo Frank Sinatra (La Voz) para poder hacerse a un contrato en Hollywood recurre ante don Corleone (Marlon Brando), quien a su manera logra que el director de cine en su momento lo logre. 

Aunque este es un mundo de ficción, en cierta medida se sos parece a la realidad. Así ha sido nuestro universo durante estos delirantes años en el que ya se me perdió la cuenta, porque han sido tantos, que hubo un tiempo en el que perdí la razón. Y que para poder reencontrarme con ella he sido víctima de un extraño pisoteo sicológico mediante la argucia de ladrones, prostitutas, homosexuales, y toda una serie de personajes que a veces se parecen a los vendedores ambulantes que a diario uno ve por estas calles de malas muertes. Y no se trata que uno sea el malo de la película. Se lo hacen creer a uno. Le recuerdan a toda esa historia de "El Capone" a donde éste mandaba en esas calles nauseabundas de los bajos fondos de New York, en el que al entrar a uno de esos negocios, según nos lo han contado de diferentes maneras en películas, en periódicos  y en revistas, se veía que su jefe al estilo de aquellos Sicilianos, todos tenían que acogerse a la ley subrepticia que ejercía, y uno terminaba siendo amenazado muy sutilmente. 

Ud. llega a la casa, y uno de esos vigilantes de carros en las calles, le recuerda cualquier cosa. Incluso hasta lo amonesta, como diciéndole:
-Vago.

Lo mira feo. Con rabia, porque no anda todo ido por la calle. Se burla de Ud. Lo ridiculiza con otro de sus amigos, que coincidencialmente es un limosnero, o de manera bravucona lo intimida. Un lotero le pica el ojo, como diciéndole mariquita, y aunque Ud. trate de deshacerse de estos sinvergüenzas  porque parece que para poder ejercer sus oficios en las calles, tienen que obedecer a los que les dan la lotería para venderlas, o les dan el permiso para cuidar los carros. 

Ud. va llegando a la casa. Otro, que se encarga de cuidar que los clientes sean bien atendidos en un negocio de pizzería, tan pronto lo ve, se coge sus nalguitas, a veces le habla disimuladamente, o lo espera en la puerta de su casa, colocándose una de sus manos en la oreja, mientras con los dedos de la mano hace el signo de pistola. A Ud. le da rabia.
- ¿Me vio cara de ladrón? Le dice en tono de altisonante.

Hay un vecino que se está dando cuenta, y lo mira feo. Ud. va andando por la calle y se encuentra con un ave muerta que por aquí en Colombia le llamamos Chulo, ave que merodea entre los desperdicios buscando las sobras de carne (muy parecida a el Cóndor), y muy a su estilo un vecino le sale y mediante ciertos gestos le hace caer en la cuenta que a Ud. le puede pasar lo mismo. Claro que Ud. se ha vuelto paranoico, porque mentalmente a le han pasado cosas parecidas. Ud. está en otra ciudad, pero esta misma situación no es más que la repetición de otras que le pasaron en Bogotá, y que mediante este tipo de trabajos muy a don Corleone, ha visto cómo en Bogotá unos jóvenes iban en cacería de perros a la vista de todo el mundo, animales que seguramente eran utilizados para amedrentar a algún fulano.

Un gatico maúlla cuando Ud. va saliendo de un interior malsano adonde estuvo preso sicológicamente por un vecindario que actuaba como si fueran los Dioses de los que tanto hablaron en su momento los Griegos y los Romanos. Un personaje en una moto lo esta esperando a la salida de aquel callejón. Ud. se va creyendo que no es nada ni nadie porque estos vecinos incluso pueden ser los dueños de su vida y su destino. a éste le parece haberlo visto en el barrio Restrepo en Bogotá, en un edificio por la avenida once sur, adonde muchos años antes acompañó a una tía a que firmara un contrato de compraventa de finca raíz en una de las casas de aquel interior. Ud. vende libros por las calles, y a pesar que durante algunos años estuvo subido en los buses vendiendo libros y conociendo ese otro mundo del que desconocía, muy a pesar que siempre como en "El vendedor" que nos describe Arthur Miller en una de sus obras de teatro, ha conocido la sordidez de un mundo ajeno y solitario.

Así se es fácil terminar de pordiosero, porque está marcado y contramarcado por aquellos habitantes de éstas, por cuenta de otros que al estilo de Zeus, a su manera nos van contando una historia en donde la amenaza sutil de éstos, se parecen a los maleantes de Al Capone, o a los de la familia de don Corleone que quiere hacerse dueña de todos los negocios, porque pareciera que en estos mundos desbordados los comerciantes de bien también parecer obedecer las órdenes dadas por sus superiores, va ya muy lejos de la casa de donde salió otro motorizado que se parece al mismo que lo estaba esperando cuando salió de la casa embrujada,  cuando arroja de sus manos a un gatico que se retuerce entre dolores sobre el piso, al frente de una tienda a donde muchas veces pasó, porque queda cerca de un cliente al que en algunas ocasiones le vendía libros. Lo ve retorcerse. Lo ve cómo se muere  rápido, como si le hubiera dado algún ácido. Así como se sugestionaban a los que estaban en aquel negocio en el barrio Santafé, muy cerca de la plaza de Paloquemado, y aunque aparentemente pudo ser para ellos, por lo que ha visto y cree que pudo ser para Ud. 

Ud. está siendo agredido sicológicamente dentro de su misma casa. Cuando nombra a alguno de los vecinos. Este le sale. Lo espera. Como diciéndole:
-Se va a morir.

Lo mira horrible. Toma una buseta para que lo lleve al barrio de Fontibón. Uno de estos vecinos, un muchacho muy parecido a uno que ha visto por estos días trabajando en un internet que frecuenta durante esos días, se sube detrás.

Llama frecuentemente desde su celular. Al llegar al barrio adonde va a vender, ya los clientes no le quieren comprar, y parece que aunque sus mercancías se hayan vendido bien, no le compran. Lo han cercado económicamente. Cuando se baja de aquel automotor alcanza a distinguir cómo otros lo seguían en un carro.

Hay un perrito que Ud. distinguía por esas calles adonde vive. Ahora lo ve sobre la acera todo aporreado y como drogado. Seguramente el vecino se reirá, y probablemente el que lo ha ordenado. El que está tras bambalinas sabe hacer su trabajo. Es el arte de enloquecer. Sabe cómo crear miedo. Y seguramente como me pasó a mí, sin contar otras historias muy parecidas a la anterior, o tal vez me muera del susto porque estos bribones andan en la calle amenazando. Y pare de seguir contando porque lo están vigilando. aunque en estos tiempos ahora es normal, como en este blog, que su hacker se meta y le empequeñezca las letras como para amedrentarlo. ¿Verdad que esta historia es de película?

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