Mussolini


Escrito por: jesusantog el 16 Jun 2011 - URL PermanentePublicado en esa épcoca en El País.es

Ahora que tanto se habla de Berlusconi, y que curiosamente nace en los años que Mussolini era uno de los caudillos más importantes que existían en su momento en Europa, y qué como una estrella fugaz comienza su declive tras su asocio casi que obligado a Hitler, después que fuera considerado por muchos de los líderes del mundo como el gobierno que representó los intereses de su pueblo con leyes que entre otras todavía están vigentes como las de la jornada laboral de ocho horas, la pensión por ancianidad, la jubilación después de una vida de trabajo, el derecho a una justa retribución, la protección de los niños y otras leyes que nunca antes los italianos habían tenido.

Un caudillo que con sus políticas corporativas en las que se asoció con los dueños de las fábricas, de las grandes tierras, de los sindicatos que en su momento se congraciaron con estos intereses, y con los menesterosos que eran la masa informe de los desocupados que se aglutinaron en asocio con el ejército y los organismos policiales, mediante la conformación de grupos de choque con los estratos sociales que lindaban entre la criminalidad y los bajos fondos, logró el desarrollo de una económía en la que presuntamente salían favorecidos todos los que participaron con éste, y en la que las "Camisas Negras" fueron los encargados de llevarlo a la dictadura.

Fue uno como tantos otros políticos que mediante estos recursos del poder mediante la fuerza y la coacción los utilizó hasta hacerse al poder con los militares.

Su ego, probablemente como el de todos estos personajes que están convencidos que ellos son los que hacen la historia, y que además en su comportamiento son el reflejo de los conceptos de familia, de hermandad y de sociedad, como fieles exponentes terminan convencidos que su comportamiento es ejemplar. Berlusconi que por el contrario representa a la democracia de esa nación nos recuerda el pacto que celebró Mussolini con el Papado Eclesiático para que el vaticano fuera considerado como un Estado dentro del propio Estado italiano, para unirlos como nación y como país, también ya no como caudillo sino como líder de este país, nos recuerda los complejos de una personalidad en la que como congéneres tienen más de una amante en la que la sociedad los consciente por sus aventuras, que solo cuando traspasan los límites de lo muy personal, se convierten en ostracismos para sus mismos pueblos, porque ya no ven en ellos lo que antes representaban. Pero esos mecanismos subliminales que de generación en generación van conformando el imaginario colectivo, hacen de éstos lo que la gran mayoría como hombres quisieran ser, y en el que la mujer también en su rol no solo de madre, sino también como parte de esa sociedad, los subyuga para deleitarnos con sus aventuras personales, que a la larga fueron los que terminaron por aplaudirlos o imponerlos.

Mussolini en lo personal se consideraba un mujeriego, el prototipo del macho latinoamericano que con este pedestal fungió sus ideas de aventuras del poder que deleitaban a más de uno.

Tal vez por eso Gaitán, cuando fue a estudiar a Italia en el momento del ascenso del Nazismo en Italia lo admiró, igual a otros que también lo aplaudieron no tanto por sus aventuras personales, sino por lo que podía representar para ese momento que se vivía en Europa. Churchill hablaría de él, lo mismo que muchos que lo siguieron en sus ideas y sus aspiraciones que se verían frustradas cuando Hitler comenzó a opacarlo en sus aventuras de poder y de proyecto para un Estado que tenía ambiciones territoriales de conquistas. Su pacto que lo llevaría al fracaso de su política ante su mismo pueblo, y el hecho de que Hitler tuviera que recurrir a un asalto para liberarlo de los mismos que antes permitieron su dictadura, con el rey de aquel momento que le voltearon las espaldas, y que ha servido para muchas películas que nos recuerdan ese holocausto de barbarie en el que murieron millones de personas.

Y moriría tal y como él lo entendía, a pesar que Claretta su amante más conocida por la historia, lo abrazara para que las balas de un partisano no cumpliera la ejecución que había sido ordenada por sus superiores, para impedir que de pronto en un juicio como todos los que se celebraron después en Nuremberg, le perdonaran sus delitos de lesa humanidad y muriera prisionero en cualquier otro país, ya que realmente su alumno era el que se había erigido mediante la coacción y las ambiciones personales con sus políticas expansionistas, en el gran perdedor de una guerra demencial nunca vista antes, en las que los aliados hicieron el papel de ser los salvadores de la democracia occidental que hoy ostentamos.

Entones, ante su fin inevitable, antes de morir les gritó a sus ejecutores después de desabrocharse la camisa, y al final de toda una peregrinación para salvar su vida:

-¡Maténme!

Así son los caudillos.

 
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