Los misterios de los assesinatos perfectos 2


Escrito por: jesusantog el 10 Dic 2011 - URL Permanente en El País. com

Hace algunos años, recién llegado de Venezuela, le preguntaba a mi papá sobre un muchacho que conocí cuando trabajé con él en el año de 1972, y con quien jugaba a las cartas. Su padre estaba ya muy anciano, y uno de sus familiares era un comerciante contrabandista que solía traer fantasías de origen checoeslovacas, y otras que él mismo distribuía en uno de sus almacenes en San Victorino.
-Murió-me dijo.
Su muerte me pareció escabrosa. Se había suicidado. Lo conocí como una persona de bien, igual a todos aquellos que construyen sus sueños, porque tienen unas familias de comerciantes que han escalado en sus posiciones, y porque como paisas que se respeten el comercio es el que les llena sus satisfacciones espirituales, fuera que como familias cultivan ese don de unidad y respeto, acendrado en los principios espirituales de la religión católica; además de ser unos perfectos ciudadanos que aman y protegen a los que los rodean.
Así lo conocí. Sin embargo su muerte no me coincidía con el que había conocido, a pesar que su amistad no era tan cercana, pues con aquellas familias incluyendo a las de mi padre nunca fueron cercanas, y creo que hubo siempre un extraño acuerdo tácito entre sus familiares, los hermanos medios míos con los que si acaso nos habremos cruzado unas pocas palabras.
Me pareció un buen muchacho. Había muerto en una de esas extrañas tomatas de licor rodeado de otros amigos comerciantes, adonde su proceder impresionó a más de uno. Se quitó sus joyas personales, se las repartió entre ellos, y después...
Se pegó un tiro entre la boca.
Nunca le puse cuidado a aquel cuento. Debo de decir que alrededor de mí siempre hubo y ha existido un extraño trauma respecto de éstos. Además nunca soñé con ser comerciante, tal vez por esta razón y otras que he venido y seguiré contando no tengo nada entre los bolsillos. Los amigos con los que anduvé fueron estudiantes universitarios y de colegio, además de unos cuantos abogados, profesores, y en unos pocos casos unos avesados rebuscadores que conocí desde niño, pero que en ningún caso consideré que fueran detectives y embelesados sabiondos de esos artificiosos juegos con las mentalidades ajenas que se confunden con los brujos inescrupulosos que con los años, después de todos mis percances resultaron aparentemente ser de los mejores, porque casi me llevaron al cementerio.
Cuando intenté suicidarme tal y como lo he venido contando en Un Autista en Colombia
lo hice en un estado de locura que iba desde el miedo hasta la paranoia, y que estoy convencido que fui drogado por alguna mano aviesa en alguno de esos sitios que frecuenté, pero que inexorablemente más pudo el don de la palabra y de las provocaciones que fueron orquestadas en aquellos años, y que con el tiempo solo me quedan los recuerdos de unos amigos que parecían estarse ganando conmigo una lotería, fuera de un padre callado y reservado que me volvió a dar un empleo después que un perro me mordió cuando unos inescrupulosos vecinos lo dejaban libre en aquel interior adonde solamente ellos mandaban. Vecinos que mentalmente les he encontrado sus relaciones con familiares y vecinos a través de los años, y que a mi se me antojan todos participaron en un extraño secuestro sicológico mediante el amedrentamiento y la provocación, como si en realidad lo que nos cuentan las películas sobre las corrupciones policiales allí verdaderamente se dieran. O por qué no, los que sabían de esas intrigas los usaron para sus fines personales, mientras yo tenía que ser el que tenía que pagar los platos rotos.
Ahora se me antoja sin saber de su verdadera historia, que murió amenazado incluso de los que los rodeaban. ¿Por qué no?
A mí me han amenazado familiares y me han madreado. Incluso se aprovecharon hace muchos años en aquella casa que yo llamo "La Casa embrujada" igual a lo que dice "El Embrujado" en "Crónicas gendarmes" donde unos vecinos qué pensionados y de ley, junto con algunos amigos organizaron un extraño complot que a pesar que casi todos murieron, éste no termina. Este es un país de vividores adonde todavía siguen naciendo los incautos y los autistas como yo.
Hubo un momento en que comencé a escuchar voces, y otro tiempo en que creí que todos me querían matar. Y según parece, cuando a uno le dan alguna sustancia sicótica, cualquier rufián de baja ley, e incluso un bobo a quien engañan para que amenace al que le digan, o uno de esos drogadictos que Ud. ve llevados por el vicio en las calles, o unos ladroncitos que se roban un estornudo por unas cuantas monedas, pueden inducir a otro hasta la muerte mediante la amenaza y la provocación del miedo o el pánico en donde todos actúan concertadamente, tal y como lo hacen cuando imaginarios acuciosos deciden regar el rumor en las calles para que otros hagan de las suyas por cuenta de ellos. Y gratinianamente. Lo acabamos de ver en Villavicencio cuando unos mensajes por celulares provocaron pánico en la población convencidos que las aguas de una represa iban a acabar con la ciudad.
Todavia lo recuerdo. Yo me armé de un cuchillo con unos pocos pesos que me quedaban. Antes en Colpatria mi cuenta resultó ser que no era mía, cosa que me cambiaron en una de dichas oficinas, que todavía no sé si me robaron la mía mientras usando otra cuenta que según supe en su momento era de otro que había sido robada, y que me la habían dado en una oficina que quedaba en la avenida Jimenez o en otra que estaba en el parque Santander de Bogotá, mientras esos contratistas que me conseguí pedían y pedían plata a sabiendas que estaban robando. No recuerdo muy bien. Pero lo que si sé es que los que urdieron semejantes estratagemas sabían que yo estaba delirando por el miedo porque tenía los nervios destrozados, mientras el alcohol me consumía y no había nadie que me ayudara. Me querían matar a punta de sustos. Y les salió fácil, cuando en una de esas oficinas me dieron aquella valera que no correspondía con la mía, y una plata que me giraron del Bienestar Social del Distrito por cuenta de un contrato, y que decidieron cambiármelo después que lo había depositado en aquella cuenta.Pasaba de miles de pesos, que resultaron no ser nada, en el momento que yo me encontraba demasiado ido de mi mismo, y ya escuchaba voces desde hacía mucho tiempo, mientras en las calles salieron los ladrones, y en esas mismas muchos de los que me conocían pasaban lindamente hablándome en los oídos  mientras desconocidos comenzaron a amenazarme sin ton ni son. Parece ser que es un extraño trabajo en donde también participan otros que no debieran hacerlo. En una de esas mañanas yo quería acabar con mi vida, pues uno de esos contratos que tenía en El Bienestar Social del Distrito, unos hijos de policías que me salieron en el Lago Timiza cuando un familiar no quiso acompañarme como socio en la elaboración del mismo, después de haberle abonado parte de un dinero, se apropiaron con todo lo que pudieron, y resultaron colocando rejas adonde no tenían que hacerlo, mientras los dineros no se veían por ningún lado. Yo no sé como llamarían esa operación aquellos que participaron en el festín que fue muy bien elucubrado sin dejar huellas. No aguantaba las voces. Le cogí miedo a las gentes que se me acercaban, y en una ocasión en la casa que resulté viviendo en el barrio San Antonio en pleno centro de Bogotá, un día antes había salido corriendo por las calles, mientras arrojaba un reloj que me acompañó algunos años, contra el pavimento. Así continué durante ese estado de zozobra durante muchos años.
Al otro día de lo que comencé a decir cuando muy de temprano salí dispuesto suicidarme  me tomé media botella de licor(aguardiente) de un solo empujón. Hice varios intentos de lanzarme a un bus en plena avenida décima con 11. En toda la mitad de la avenida, alguien me agarró e hizo el milagro. Después cuando fue
pasando la euforia por hacerlo, me dio miedo. Pánico. Todo ese día anduve por las calles y fue hasta donde una tía hermana de mi papá.
Vi el rostro de un policía que me hablaba desde el cielo, y sentado en la sala comedor de la urbanización Bosques de San Carlos, tuve que enfrentarme a un hermano medio que me jalaba para sacarme del apartamento, mientras yo con el miedo que tenía no quería salir pues estaba en estado de shok, ya que uno de esos albañiles que conocí en el barrio San Antonio, y a quien le había ofrecido trago por esos días, desde la calle me amenazaba. Ahora se que esto último no era ninguna visión sino real. Lo habían enviado a hacer su trabajo, iguales a los que me han salido durante todos estos años.
Unos trabajos bien avesados de sicología, y así supongo pudo haberle pasado a aquel muchacho del que vengo contando.
Lo mató el miedo. El miedo muy posiblemente provocado por otros, y tal vez drogado con alguna sustancia. Un miedo adonde seguramente pudieron amenazarlo disimuladamente a él y a sus hijos, o sus mismos familiares con ansia de dinero, porque había dinero, por esas cosas de estos intelectuales de malas muertes, tal vez...
Son elucubraciones basadas en experiencias personales. Porque lo demás pudo no haber sucedido así.
Pero...Yo lo viví,lo vivió "El Embrujado" en la Casa Embrujada. El miedo...el pánico... Las insinuaciones sibilinas de otros en las calles...
No me dirán que estos trabajos no existen más que en las imaginaciones de los que se murieron porque los victimarios se harán los desentendidos. Como son muchos y actúan mancomunadamente, a ninguno les interesa decirlo. A nadie excepto a mí, porque he sido la víctima.
Tengo varillas en la columna vertebral, y todavía me amenazan.

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