Unas ricas empanadas




No se trata de hablar sobre la preparación de este rozagante alimento que en nuestro país es tan popular, y que creo que en España se le conoce como empanadillas, y que consisten en una masa previamente elaborada a base de carne, papa, o cualquier otro ingrediente, muy bien sazonado o condimentado. envuelto en una masa de harina  de trigo o de  maíz. En Colombia las hacen crocantes y de maíz, que para el paladar son siempre bien apetecidas, y más de uno ha fama en este negocio que ha sido próspero porque los colombianos en general estamos acostumbrados a que hay que comer algo en el transcurso del día, cuando vamos por las calles de una ciudad en las que estas viandas son unas de las más apetecidas. En todo negocio, o en todo restaurante o cafetería que no tenga este comestible, muy probablemente estará perdiendo clientes y ganancias.
En Bogotá, una ciudad adonde muchos llegamos en la búsqueda de mejores oportunidades para vivir, así como creo que sucede lo mismo en las grandes metrópolis del mundo, la empanada nos deleitan mientras en alguna de estas cafeterías podremos celebrar nuestros negocios, o simplemente charlar con otros sobre algo en particular. En la década de los setenta, éste era uno de los muchos manjares preferidos por todos, aunque claro está que existen otros como los buñuelos, las arepas, las alamojábanas y otras series de comestibles que los peatones en cualquier ciudad podemos deleitar. Y cada uno hace lo suyo con su propio negocio, para acreditarlo y conseguir así la clientela que es la base para cualquier emprendedor.
Digamos más bien que muchos visitamos ciertos sitios por sus características para disfrutar de la vida, donde nos reunimos con otros amigos o amigas, o porque como en el caso que estoy hablando, frecuenté durante muchos años uno de esos sitios adonde además de jugar ajedrez, de distraernos y pasar un rato agradable con amigos de universidad y de trabajos, uno no solamente podía tomarse un tinto, comerse unas ricas empanadas, discutir con amigos, y también estudiar. Era uno de esos sitios preferidos por muchos bogotanos que al encontrarse con una de estas cafeterías, seguiría siendo cliente asiduo por mucho tiempo. Y qué más  que en el club de ajedrez. “El Capablanca”. Un nombre que precisamente evoca a aquel gran jugador cubano, adonde cualquier persona iba no solo a entretenerse , sino a hacer sus negocios, y también muchos íbamos con los compañeros de clase en la universidad a estudiar y a disertar sobre temas de derecho, en donde muchas veces hasta los que llegaban a tonarse un tinto, a merendar con un café con leche y una empanadas, a almorzar o u jugar una partida de ajedrez, terminaban metidos en esos temas en los que más de uno participaba, incluyendo a los que solo iban a apostar o a  jugar.
Sus clientes asiduos fuera de los ajedrecistas, eran abogados o estudiantes de las diferentes universidades del centro de la ciudad, esmeralderos de profesión, joyeros, sastres, y además toda una recua de conspicuos rebuscadores de todo género, fuera que también los detectives más osados, y antiguos pensionados gubernamentales también tenían cabida allí porque todo mundo salía contento.
Bogotá, como toda ciudad grande era y es  un vividero. Ud. podía encontrarse  con los que fungían de padres católicos  en el cementerio central, apostando o tomando licor  hasta altas horas de la noche sobre temas tan diferentes a sus ejercicios epistolares que consistían en rezar por los difuntos a los  que sus familiares les pagaban convencidos que en realidad eran unos curas católicos. O porqué no los esmeralderos,  que allí iban a tranzar sus negocios, sin contar conque  la gran mayoría iba ha apostar todo lo que tenía, para rebuscarse el día; y así como Dostowiesky en “El jugador” nos describe la semblanza de esta especie humana con sus características tan especiales que allí los podría encontrar.
Hay que decir, que uno se podía topar con los grandes jugadores de fama en Colombia, o con otros de otro país que llagaban allí a jugar y conseguir su dinero para la sobre vivencia. Y en los años en que los libros y las pinturas tenían su valor inapreciable por sus características del autor, o por el año en que fueron publicados, o porqué algún pintor del cual no se sabía todo sobre  su arte, allá aparecía mientras todo un sin número de  toderos que  iban a ver en qué terminaban los duelos entre los jugadores y sus apuestas ajedrecisticas. Aunque posiblemente este club era muy popular, otros famosos lo frecuentaban ya que existían o existen otros con más resonancia, pero que allí era muy especial para los que estudiábamos o trabajábamos con nuestras mercancías populares, que allí era un lugar predilecto para divertirse y descansar, o para estudiar . Y siempre, casi siempre, las empanadas eran apetecidas por su sabor y su preparación.
No tengo idea desde cuándo existía, o existe este negocio. Pero allí los grandes comediantes del rebusque allá iban. A jugar y a apostar.
Así también, cuando en una ocasión fui detenido por unos detectives del D.A.S. con un amigo en una cita que teníamos para que me prestara un dinero para no dejar perder un reloj que tenía empeñado en una de esas prenderías muy famosas de San Victorino, aquellos que nos detuvieron frecuentaban dicho sitio, y durante muchos años después los seguiría viendo mientras se hacían los de la vista gorda. El uno era de origen paísa, y frecuentemnte lo veía vendiendo sus mercancías en la calles. El otro, lo vería después de más de treinta años residiendo muy cerca de donde un primo que vivía en el Kennedy, en un sector que me recuerda aquella hermosa película de Humpry Bogart:, “Casablanca”. O el del gobierno de Pastrana en “El Frente nacional” que hubo por acuerdo de los dos partidos históricos en nuestro país. Aunque con los años, después supe que eran muy conocidos de unos familiares que tenían sus cacharrerías en el centro de Bogotá, mientras aquel investigador que hizo las veces de pesquisa en la oficina de dicho organismo estatal, quiso hacerme creer que yo era un tipo muy peligroso. Un autista, que solo había ido a donde el amigo para ver si podía recuperar el reloj. Reloj que también se perdió porque fuimos detenidos durante más de ocho días sin saber porqué. Y curiosamente, mientras tanto yo cursaba mi último año de bachillerato nocturno en  el colegio Julio César García de la universidad Gran Colombia, justo al frente de dicho organismo detectivesco. Estos agentes que  también como todos los que íbamos a aquel club ajedrecista, también saboreaban aquellas empanadas estupendas. Tras aquella detención tan espectacular cuando nos tomábamos un tinto en el barrio Santafé, muy cerca de donde funcionaba una organización juvenil, fuimos detenidos en medio de una conspiración, en la que muchas veces he llegado a creer, que lo mío no ha sido más que un extraño estigma porque cómo un autista puede ser un delincuente o un subversivo peligroso para un estado, cuando apenas, sí acaso algunos familiares como sus clientes son los únicos que lo conocen,. adonde no se entiende de donde salieron tantos farrulleros a hacerle creer que era o un holgazán, o un posible peligro para una sociedad. Y en medio de todos estos sinsabores, durante años el autor fue cómplice con otros amigos de aquellas tertulias y encuentros entre amigos y amigas de aquella cafetería que digo.
Y su dueño, el propietario de aquel establecimiento tenía otros muy cerca.   Unos negocios que florecían iguales a los de todos los que estaban en pleno centro de San Victorino.  Y las empanadas que eran tan ricas, después harían otra historia porque como en el lado oscuro de la luna: Estas tendrían otra historia.

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