Viridiana y Buñuel

Así ha sido nuestro universo. Un mundo plagado de contradicciones en  el que la moral y las buenas costumbres las ejercieron aquellos que teniendo el poder en sus manos, podían decidir sobre la vida de las personas. Y a muchos, este síndrome ha hecho que los que no se sometan a los dictamines de lo que deciden los que gobiernan nuestras culturas y modos de pensar sean defenestrados y llevados ante  ante el tribunal de lo que la “vox populi” decide convertir a aquel que transgreda sus moralismos y buenas  costumbres dictadas por lo que la religión y la sociedad siempre han considerado como el ejemplo a seguir por los demás, en el perseguido y más odiado por todos los ciudadanos, que entre comillas son de bien y de buena moralidad.
Buñuel nos contaría aquella bella historia, adonde pondría el dedo en la llaga en una sociedad pacata, que solo obedecía a los dictamines de un gobierno, que no podía comprender el desarrollo social y las nuevas costumbres sociales producto del desarrollo capitalista en el mundo, pero que tocaban a los españoles que dentro del mundo franquista se cuestionaban también, esa modernidad que nunca ha llegado sola.
Una Viridiana en la que Fernando Rey(aquel actor colombiano y famoso) quiere que conviva con él. Un tío que la hace traer de aquel monasterio  en el que los conventos sirven para que la feminidad se contemple a sí misma, en esos mundos atávicos del sexo. Un tío que al no poder lograr su seducción se muere, y ésta se conmueve convencida que ha sido por su culpa.
Un viaje del hijo natural de éste, que conmueve las fibras sentimentales hacia los pordioseros que llegan a pedir su ayuda, y que en aquella comilona que ella les ofrece, deciden acabar con todo lo que les ha sido dado por esta inmaculada mujer que rayando en la bondad, se encuentra con unos truhanes en los que la maldad llega a sus límites, en un intento por violarla; y que es salvada cuando su primo llega a hacer que la realidad se imponga en un film, que bien pudiera recrear los imaginarios que hemos vivido en todos estos años en nuestros países, donde se oyen las historias de aquellos que como moralistas juzgan por doquier a todos los que probablemente son considerados como relajados morales, sin tener en cuenta que la misma sociedad los ha llevado a éso, y donde las costumbres de buena moral y rectitud no son más que las mascaradas en que se esconden los delincuentes para quedarse con los bienes que éstos tengan, o por cuenta de otros que les han pagado para hacerlos aparecer como los rufianes de la sociedad. Una sociedad que nos recuerda a los pensamientos marxistas de Lenín sobre el lumpen proletariado, y que nosotros llamamos amorales porque no hay religión o ética que ampare dichas conductas, porque simplemente dentro de sus costumbres solo existen el dinero y el placer. Lo demás no importa. Importa sólo sus disimulos para hacernos creer que lo hacen en favor de una justicia y una libertad que está amparada en los principios éticos de una religión o de una sociedad. Y sin escrúpulos hacen su trabajo, mientras tratan de convencernos que lo hicieron fue en defensa de esa sociedad que ellos mismos están destruyendo.
Buñuel nos describiría gran parte de esos pensamientos, y sus formas aparentemente amorales las veríamos en muchas de sus películas, como en “Tristana” ,   “El discreto encanto de la Burguesía”, y otras; donde esas contradicciones de moralidad y éticas religiosas y sociales, no son más que el resultado de lo que nuestra sociedad ha hecho de nosotros, donde al vaivén de la política y los gobiernos, el hombre no es más que todo un mundo conflictivo de contradicciones humanas, con las cuales pretendemos tapar nuestras irracionalidades, así sean de carácter político, en una sociedad capitalista que se sumergió durante mucho tiempo en los valores arcaicos del catolicismo frugal  que una ideología representó en su momento a España.

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