Supercherías

Hace algunos años tuve la fortuna de asistir a la exposición de las pinturas de Goya en el Museo de Arte
Arte Moderno en Bogotá donde los que la vimos pudimos constatar la grandeza de este pintor español. Una obra que es el reflejo de una cultura y de un pueblo que tiene algo de nosotros, que aunque quisieramos decir que no somos parte de ellos, lo estaríamos negando. Lo mismo que se puede decir de la cultura negra en nuestra idiosincracia, y que Zapata Olivella reflejó en sus obras,  o lo que nos contó Zalamea  en su “Sueño de Las Escalinatas” en el que el gran Burundum… ha muerto. Un sueño a orillas del río Ganges de la India, y de la cual ahora nuestros jovenes no recuerdan ni saben, porque simplemente a veces perdemos nuestra identidad,  a consecuencia de las desventuras sociales que hemos y estamos viviendo los colombianos por cuenta de esa mala formación en la que solo nos interesa los imaginarios de nuestras calamidades existenciales. Y que hoy las culturas indígenas tratan de proteger ante el avance de esas fuerzas oscuras que desde la colonia española mediante el vasallaje han pretendido destruir esa otra visión que tenían sobre la cosmogonia de sus ancestros.   Goya nos muestra allí la desventura de un pueblo ante la guerra que tuvo que librar por su liberación en medio de esos conflictos en que Carlos IV  abdicó, y que después tuvo que regresar en los años que Napoleón se convirtió con sus huestes en el encargado del poder en Europa.
Una exposición de unas  pinturas a las que fui invitado por un amigo abogado oriundo del Espinal, y con quien tuve una amistad de muchos años, hasta aquellos en que yo estaba ya demasiado ido de mi mismo, que para cualquiera que tuviera a bien hablar conmigo, podría considerar que yo estaba embrujado o loco. Es muy común escucharlo en la boca de aquellos que ven a otro como obnubilado, o demasiado nervioso, o simplemente con una personalidad que no es la suya.
Las apariencias engañan. Yo he vivido en carne propia los sufrimientos psicológicos, tanto así que todavía lo hacen unas familias muy cercanas con sus argucias e improperios, que a cualquiera pudieran dejar atónitos por lo desvergonzados que son. En las pinturas de Goya, se reflejaban esos pensamientos que en su tiempo y ahora podían ser los sueños que un pintor tenía sobre la realidad, una realidad atroz que se asemejaba a lo que sucedió con la inquisición en la que fueron perseguidos todos aquellos que pensaran diferente a la religión católica, y que con el cuento de esas supersticiones que el pueblo tenía desde sus más recónditos y oscuros laberintos mentales que reflejaban el menosprecio hacia la ciencia y la cultura, o porque simplemente no les convenía. Toda una ordalía de persecuciones religiosas se desatarían cuando la religión y el estado de derecho no se diferenciaban, mucho menos cuando los pueblos no habían salido del vasallaje del medioevo donde los reyes eran los dueños y señores del mundo  a pesar que con el Brumario de Bonaparte, reflejaría parte de lo que en derecho nosotros le debemos a la Francia de los Enciclopedistas.
Unas pinturas que en cierta medida para los que creen que la brujería existe podrían satisfacer a sus oscuros pensamientos. Una alegoría respecto de esas mentalidades que nos muestran el horror de lo que puede suceder en las guerras, y también para aquellos que convencidos que con sus creencias pueden conseguir mediante ellas lo baladí de una fortuna o de un poder mediante el espíritu de constreñir a sus semejantes mediante la fuerza o las amenazas, que cuando son usadas por toda una sociedad, la violencia no termina nunca, y los que sufrimos somos los más desvalidos por que en esas marañas en las que el estado y los que se aprovechan de éste, convencen a más de uno, y así como en aquellas pinturas que comento, nuestro pensamientos se ven convertidos en un verdadero infierno, que si no los soportamos, moriríamos por cuenta de ellos; mientras esas mentalidades diabólicas se ríen de las víctimas que llevan al cementerio o al manicomio.
-Estaba embrujado.
Así con esas palabras, convencen a cualquiera, y no. A mi no me han convencido porque todavía siento la satisfacción de estar vivo y respirar.
Y sin embargo…
-¿Qué haría cuando usted se levanta por la madrugada a tomarse un tinto en medio de ese frío bogotano, y al salir escucha la voz de un ser querido?
Espere le cuento.

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