El arte de enloquecer 22.


Escrito por: jesusantog el 24 Abr 2011 - URL Permanente en El Pais.com 

Publicaddo en esa época en El País.es
Hay una frase que siempre me recuerda a John Fizgerald Kennedy: "No pregunte lo que la patria puede hacer por usted. Pregunte lo que usted puede hacer por la patria". Es una frase que está inscrita en una foto de aquellos años de "La Alianza para el progreso", en los que la humanidad estuvo al borde de una guerra mundial, y cuando Nikita Kruschev se hizo oir golpeando con uno de sus zapatos en la mesa donde estaba en la O.N.U., en esa guerra fría en la que Cuba era la discordia entre el comunismo y el capitalismo. Siempre veía aquella foto junto a la mía en la que aparecía desnudo, muy bebé. Ultima foto que estuvo también en la casa de una tía hermana de mi papá en Bogotá. Fotos que desaparecieron muchos años después cuando la tía murió. Me dirían como respuesta al preguntar por ellas, que dichas fotos se la habían comido los ratones. Eran los años en que el hombre llegó a la luna, y en los que Kennedy fue recibido por Lleras Camargo. Terminaría estudiando unos cuantos meses en el bachillerato de la univ. Nacional y viviendo muy coincidenciamente con unos amigos de mi mamá en el barrio "El Progreso", muy cerca del Eduardo Santos. Francisco, como se llamaba el jefe del hogar y quien me salvó de ahogarme de niño en una corriente de agua en el Salado del Tolima, tenía una esposa que trabajaba en el D.A.S., y unos hermanos que como todas esas familias tenían uno malo y otro bueno. Es decir las contradicciones dentro de su misma casa. El uno sería un villano, y el otro un personaje que con los años ocuparía un alto cargo por cuenta del consejo de Bogotá. Y todo ésto como para decir que no estamos tan locos. En esos años, un joven autista recién salido de un colegio de franciscanos en Ibagué terminaría en medio de una confrontación en la universidad por cuenta de unos estudiantes que protestaban contra un discurso del que terminó siendo presidente Lleras Restrepo, y en el que éstos le arrojaron tomates. El autor que no sabía de estos menesteres, pues en aquellos años uno era más que un niño de escasos diez años ahora, porque ya los jóvenes saben más que lo que uno sabía en esos momentos. Vale decir, que en aquella trifulca el autor se vio metido en esa zarabanda sin saberlo, en un inmenso potrero en la que estudiantes y policías entre bombas lacrimógenas y las piedra que éstos arrojaban, muy a la deriva sin saber a dónde ir, a pesar que no sabía por qué los profesores gringos de "Los cuerpos de paz"que nos daban matemáticas no los querían para sus clases, hicieron que el autista de aquel entonces se refugiara subrepticiamente paran seguir con sus estudios en otro colegio ya privado en la carrera séptima con veintitrés, donde cualquiera de los profesores cuando entraba para dar sus consabidas clases, gritaba:
-¡La madre para el que no ponga cuidado!

Mientras todos se arremolinaban con sus gritos y sus pupitres y respondían casi al unísono:
-¡Para la suya, que la mía es de cabuya!

Y claro que el autor tampoco se amañaría porque a éste le parecía peor al que había conocido con los padres franciscanos en Ibagué, aunque allí estaban algunos de los pedalistas que en su momento serían famosos en el país, donde el título de bachiller se conseguía fácilmente. Y claro que para colmo de males en esas vueltas que da la vida, terminaría en uno de los colegios fundados por Santander. Un colegio con tradición democrática, pero que para un autista este claustro sus profesores no estaban preparados. Mucho menos sus compañeros con los que anduvo, pero que a pesar de todo como en cualquier botica de pueblo, le abrió otros horizontes en sus sueños. 

Llegar de primerizo a un curso de la jornada de la tarde, y escuchar de la boca de un profesor la siguiente frase, así fuera en son de broma o de castigo contra uno de aquellos compañeros que no quiso compartir su clase muy animadamente, sería escalofriante para un tímido que con los años sería zaherido inmisericordemente por personajes siniestros:
-¡Por portarse mal en el salón, denle unos  cocotazos!

Mientras los jóvenes se apresuraban a hacer lo dicho por el profesor, un universalista que tenía como manía tener una bolita entre sus manos para entretenerse, y porque era casi ciego a su edad.

Cualquiera lo podría entender a mal. Pero no.

¿Ahora qué tal que se encuentre, y suponiendo que Kennedy no hubiera muerto, con un doble muy contrario a éste? Son esas confusiones mentales que a cualquiera le pueden suceder, pero a los que estamos marcados no. No lo perdonan. Es más, se anticipan mucho antes que uno se de cuenta, a confundirnos más. Lo que digo de Kennedy, lo hago más que por un anécdota, porque de todas maneras influyó mucho en América Latina, y porque en esos años también surgieron personalidades como las de Galán, quien fue ministro de educación en el gobierno de Lleras Restrepo que impulsó su reforma agraria, y que además bajo el pretexto de lo ocurrido en los predios de la universidad Nacional trató de hacer una política muy diferente, lo que ocasionó un ambiente de protesta contra la posible privatización de la educación pública que encarnaba su ministro. Sucederían muchas otras manifestaciones sociales con la visita de de Nixón a Colombia y otros países de latinoamérica, pero que solo lo digo como para que después no le vayan a decir a uno, que se tiene un tornillo desajustado en la cabeza. Claro que otras cosas son los nervios mediante sustos amañados y provocaciones de las cuales el autor ha sido víctima, y la fama que otros han creado en esas marañas sicológicas. En fin. ¿Qué pasaría que Ud. de las buenas a primeras confundiera a este personaje público del que vengo hablando, y lo viera haciendo algo que no debería hacer? Verbi gracia: Se le aparece en su negocio, en su ofícina, o en su lugar de trabajo, y le cuenta alguna historia fantástica y resulta timándolo. Ud. no lo puede creer. Y claro que si está mal informado cae ante las argucias de este personaje, algo parecido a lo que sucedió hace muchos años cuando uno de éstos se hizo pasar como un embajador de otro país, y muchos cayeron en su trampa, porque los engañó. Yo no sé si fue de dinero, pero que si se dio la buena vida mientras estuvo haciendo su papel. A Ud. le dá rabia, y aunque no lo crea, la imagen pública puede quedar deteriorada si el personaje real no aclara tamaña situación. Es muy común. Así pasa con estos trabajos que vengo diciendo en el arte de enloquecer, y aunque no lo crea son tan comunes, que ahora con la tecnología y los recursos que tienen a su favor estas mentalidades siniestras deben tener un buen negocio tan suculento que fácilmente uno puede terminar preso, loco o degenerado mientras logran sus nauseabundos propósitos. El autor los ha vivido, y los viene contando tan fácilmente porque tiene varillas en la columna vertebral y porque a pesar de los esfuerzos que estos personajes que parecieran haber brotado de los infiernos después de innumerables torturas sicológicas, y a pesar que frecuentemente lo han desestabilizado, está contando estas historias. Si no hubieran sucedido, de otra manera no pudiera estar contándolas o intuir muchas otras cosas de las que ha vivido en las calles, incluso en momentos en que el autor estuvo completamente ido de la cabeza. Muchachos casi niños, farrulleros, de esos especialistas en ser los que de boca en boca van regando su cuento instigados por los que les conviene crear su persecución, y mediante esas marcas en donde la foto de uno ya es tan conocicida, le salen a burlarse o a amedrentar. Si no fuera por este medio, tal vez se desconocería este tipo de trabajos que son tan frecuentes, porque la mayoría de las personas que Ud. vé mentalmente locas, se debe a que están así porque sus mismas familias han influido en ellos, y porque en un país corrupto parece que no hemos podido superar estos dramas que muchos hemos sufrido, porque es la delincuencia la que a uno le han arrojado, para llevarlos a los extremos de la desesperación o de la muerte. Y en política, aunque no me crean, estos personajes abundan, para desprestigiar a sus detractores, porque desgraciadamente así es la mentalidad de nuestro país. He visto por esas calles cómo personajes que van en carros modernos y vidrios ahumados, con uno de sus parabrisas bajos, tomando sus respectivos videos a los pobres que idos de la cabeza van andando o gritando por las calles. Y claro que muchos de ellos drogados. ¿Pero a los que no se drogan? Seguramente alguien pudo haberles hechado alguna sustancia sicótica, y bajo esa condiciones también andan así; además que lo peor es terminar en esas calles sin ningún empleo y sin nadie que lo ayude, para terminar en las garras del vicio por cuenta de otros que más astutos y sagaces los utilizan. Así pasan por esta vida que no les dá ninguna oportunidad hasta que finiquiti, finiquiti. Este tipo de trabajos el autor los ha venido conociendo, aunque de jóven no lo intuyó. Y desgraciadamente estos personajes que yo llamo imaginarios son muy  comunes, porque con ellos participan de manera activa agentes estatales, vecinos y familias, en la que los menesterosos también quieren participar de su botín, y de manera premeditada cuando logran su cometido, todos quedan felices y contentos. Uno termina siendo el malo de la película. Lo desgarran a uno sicológicamente, y lo dejan casi muerto sin ninguna oportunidad de sobrevivir. Así son este tipo de trabajos.

Ud. vé a un hermano que trata de acercársele, mientras éste anda y anda. Ud. lo persigue, y no logra alcanzarlo. Más tarde descubre como lo hicieron. Cerca de la casa de donde vive, "La Casa Embrujada". Le hacen ver apariciones, porque se encuentra a otro parecido al del hermano, e incluso cuando lo ve cómo que se amilana. Así son estos trabajos. Hasta que drogui drogui, lo van desencajando de su entorno y de sus amistades.
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