Unas ricas empanadas (Parte 4)
deautista | Miércoles, 9 de noviembre de 2011 | | En Bogotá en la década de los setenta era muy común ver esta imagen. Eran niños que desde muy tempranas horas de las mañanas frías y grises de la sábana recogían en burros los desperdicios de las comidas de los restaurantes del día anterior a contrato, para llevar la comida a los marranos que probablemente tenían los comerciantes de este tipo de negocios en las laderas del barrio Egipto, el Guavio o cualquier otro de los que hoy sabemos que existieron en los cerros orientales que ahora están surcados por una avenida que va de sur a norte, y que pasa por otra carretera que lo lleva a uno hacia un pueblo cercano que se llama la Calera, o Guasca, y otras poblaciones cercanas. Los veía desde tempranas horas recogiendo las lavazas, e incluso en otros horarios no recomendados por que su olor podría alejar a los comensales que desde muy tempranas horas llegaban a desayunar o a almorzar en una ciudad que parecía no dorm